Ojo avizor

Hay vínculos que son poderosos. Relaciones que están llenas de momentos inolvidables, de silencios que son compañía y complicidad. Esas uniones se hacen fuertes a través de los años y de los recuerdos, de las memorias que se construyen sobre las aceras de la cotidianidad. 

Entonces, un simple paseo a la escuela puede convertirse en una aventura maravillosa, en una oportunidad perfecta para jugar, en una conexión extraordinaria entre una niña y su padre que dejó de ver hace algunos años.  

Surge así una necesidad, la más maravillosa de todas: la necesidad de imaginar. Un mundo de posibilidades se manifiesta y entonces la calle se convierte en selva, los carros en veloces animales, el asfalto en un mar profundo y el canto de los pájaros en un coro que alegra la mañana de los transeúntes. 

Gonzalo Moure escribió Mi Lazarilla, Mi Capitán, un cuento sensible publicado por la editorial española Kalandraka, que nos regala la oportunidad jugar, recordándonos todas las estrellas que empiezan a brillar en la mente una vez que abrimos las ventanas de nuestra imaginación. 

El libro está preciosamente complementado con las ilustraciones de María Girón, que plantean dos realidades paralelas durante el recorrido de las páginas: el plano de la imaginación y el plano de la realidad. Utiliza así la premisa del libro para también invitar al lector a formar parte del recorrido y descubrir los juegos y trazos de colores dibujados sobre el papel. 

Poco se habla del tema de las personas con discapacidades en los libros para niños. Y esta obra de Moure y Giirón se vuelve aún más especial por la manera tan poética, cercana y cariñosa como lo aborda. El trayecto a la escuela se convierte entonces en ese juego-ritual que fortalece el vínculo entre un padre y su hija, entre un libro y su lector, entre el lector y su propia capacidad de imaginar.