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Los niños del muelle
Mónica Rodríguez -
Colección Alandar.
Zaragoza: 2020.
Los niños del muelle. Mónica Rodríguez
Muchos de los cuentos tradicionales tienen en común un protagonista que se convierte en héroe a su pesar al asumir la salvación de los suyos. Para ello, se ve obligado a emprender un viaje que le ayudará a madurar y, sobre todo, a reforzar valores como la fortaleza, la lealtad y la confianza en uno mismo, que le reportarán no pocos beneficios tanto para él como para toda su comunidad. El regreso no será fácil, aunque necesario, porque la prueba final es restablecer el orden inicial como si nada hubiese pasado. Llegados a este punto, es fácil adivinar que es más importante el viaje en sí mismo que el resultado final.
Todo esto que acabamos de enunciar es lo que encontramos en el libro Los niños del muelle, escrito por la asturiana Mónica Rodríguez y publicado la editorial zaragozana Edelvives en su colección Alandar, dirigida a lectores a partir de doce años.
La historia transcurre en un mismo escenario pero los acontecimientos se suceden a caballo de dos ejes temporales muy alejados. El primero de ellos pertenece a nuestro siglo, donde nos encontramos con la familia Morales y su hijo Rodrigo, quienes disfrutan de unos días de vacaciones en la ciudad cántabra de Santander. Durante una visita al muelle, fotografían unas figuras de bronce que representan a los raqueros. Se trata de los niños de la calle, casi todos huérfanos, que sobrevivían gracias a los hurtos ocasionales y a las monedas que les lanzaban al agua desde los barcos solo por el placer de verles zambullirse y luego regresar a la superficie en un tiempo record con el dinero.
Sin embargo, a Rodrigo solo le llama la atención de estos niños que están desnudos y se burla de ellos. De repente, y sin saber cómo, el chico se ve trasladado un siglo atrás en la misma ciudad de Santander y con los niños raqueros, ahora de carne y hueso, como sus únicos aliados para sobrevivir en ese nuevo mundo.
—¡Eh, tú, tordo! Si no sabes anadar, no te des un cole. ¡Taday! Que te quites, digo, o te embizco.
El que le hablaba de esa extraña manera y con esos malos modos era el niño que se había tirado desde el muelle. Lo tenía tan cerca que podía verle los mocos colgando y el pelo pegado a la frente.
Con claras referencias a la historia de Oliver Twist y con unos personajes que hacen uso del argot de la calle, Rodrigo conocerá todas las facetas del ser humano desde una perspectiva muy diferente a la que estaba acostumbrado. Las desigualdades sociales, la injusticia, la pobreza y el hambre junto con la corrupción de los altos estamentos, son algunos de los temas de esta magnífica novela juvenil, muy entretenida e iluminadora. Su lectura nos motiva a tomar conciencia sobre las penurias que todavía sufren los menos privilegiados y también nos muestra la realidad de un tiempo donde nadie lo tenía fácil, pero menos que nadie los niños solos abocados a la marginalidad.