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El sueño de Berlín
Ana Alonso y Javier Pelegrín -
Madrid, 2015
El sueño de Berlín. Ana Alonso y Javier Pelegrín
Ana tiene 16 años y lo sabe todo sobre los faraones, el Antiguo Egipto y Nefertiti. Es tanta su pasión por esta antigua civilización que logra contagiar su entusiasmo a Bruno, el chico más guapo de la clase. Muy pronto los dos jóvenes deciden conocerse mejor y Bruno se documenta sobre los faraones al tiempo que consigue transmitirle a Ana toda la magia y la fuerza que emana su saga favorita: El Señor de los Anillos.
Pero su relación no será nada fácil porque Ana padece un síndrome llamado trastorno obsesivo compulsivo o TOC que se traduce en un sinfín de comportamientos repetitivos y obsesiones por los números, la exactitud, la higiene, el control, etc., que pueden desencadenar en graves crisis de ansiedad. Por este motivo, Ana se niega a relacionarse con sus compañeros de estudios y disimula como puede los impulsos que siente de forma constante. En su casa la situación es bastante complicada.
Todos los esfuerzos de su padre para que lleve una vida normal se ven minados por la actitud derrotista de su madre que le recuerda que padece una enfermedad. Todo está a punto de cambiar cuando en el instituto deciden organizar un viaje de fin de curso a Berlín. Bruno intenta convencer a Ana de que es una ocasión excelente para ver de cerca el busto de su querida Nefertiti -cuyo nombre significa -Bondad de Arthón, la belleza ha llegado -, pero la chica siente miedo. Si Ana toma las riendas de su vida enfrentándose a sus miedos con la ayuda de Bruno, dejará de ser invisible y abandonará todo sentimiento de culpa y de frustración.
El excelente tándem de autores formado por Ana Alonso y Javier Pelegrín nos presentan una historia de superación donde Ana y Bruno se van alternando en cada capítulo para para hablarnos sobre algo más que de los estudios, la familia o sus aficiones. Cuando habla Ana su voz es sincera, directa y muchas veces llena de miedo, dolor y rabia, aunque también deja entrever sus tremendas ganas de salir adelante. Por el contrario, Bruno transmite sencillez, seguridad y optimismo. Un chico que no teme al riesgo, como demuestran sus palabras: "Es extraño, porque cuando estoy con ella no es que me sienta a gusto, exactamente, me siento, más bien, como si estuviese sentado al borde de un abismo con las piernas colgando sobre el precipicio y cualquier movimiento pudiese hacerme perder el equilibrio y caer".
Pero su relación no será nada fácil porque Ana padece un síndrome llamado trastorno obsesivo compulsivo o TOC que se traduce en un sinfín de comportamientos repetitivos y obsesiones por los números, la exactitud, la higiene, el control, etc., que pueden desencadenar en graves crisis de ansiedad. Por este motivo, Ana se niega a relacionarse con sus compañeros de estudios y disimula como puede los impulsos que siente de forma constante. En su casa la situación es bastante complicada.
Todos los esfuerzos de su padre para que lleve una vida normal se ven minados por la actitud derrotista de su madre que le recuerda que padece una enfermedad. Todo está a punto de cambiar cuando en el instituto deciden organizar un viaje de fin de curso a Berlín. Bruno intenta convencer a Ana de que es una ocasión excelente para ver de cerca el busto de su querida Nefertiti -cuyo nombre significa -Bondad de Arthón, la belleza ha llegado -, pero la chica siente miedo. Si Ana toma las riendas de su vida enfrentándose a sus miedos con la ayuda de Bruno, dejará de ser invisible y abandonará todo sentimiento de culpa y de frustración.
El excelente tándem de autores formado por Ana Alonso y Javier Pelegrín nos presentan una historia de superación donde Ana y Bruno se van alternando en cada capítulo para para hablarnos sobre algo más que de los estudios, la familia o sus aficiones. Cuando habla Ana su voz es sincera, directa y muchas veces llena de miedo, dolor y rabia, aunque también deja entrever sus tremendas ganas de salir adelante. Por el contrario, Bruno transmite sencillez, seguridad y optimismo. Un chico que no teme al riesgo, como demuestran sus palabras: "Es extraño, porque cuando estoy con ella no es que me sienta a gusto, exactamente, me siento, más bien, como si estuviese sentado al borde de un abismo con las piernas colgando sobre el precipicio y cualquier movimiento pudiese hacerme perder el equilibrio y caer".