Diego Arboleda: "La literatura infantil acoge la locura de mis textos"
Sergio Andricaín y Antonio Orlando RodríguezNacido en Estocolmo, en 1976, Diego Arboleda es uno de los autores clave de la literatura infantil y juvenil contemporánea de España. Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, ciudad donde ha trabajado durante muchos años en una de sus librerías más importantes. Su obra literaria siempre ha estado vinculada al campo del libro ilustrado, especialmente dentro de la literatura infantil.
Ha publicado seis libros y ha ganado en dos ocasiones el Premio de Cuentos Ilustrados de la Diputación de Badajoz, junto con la ilustradora Eugenia íbalos, con las obras Tic Tac, en 2008, y Cuentos de mala nieve, en 2010. Con su novela para niños Prohibido leer a Lewis Carroll obtuvo el Premio Lazarillo, el galardón más antiguo de literatura infantil del estado español. Esta obra fue seleccionada como mejor libro infantil de 2013 por el suplemento cultural Babelia y distinguida con el Premio Fundación Cuatrogatos 2014. También hizo merecedor de Arboleda del Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2014, otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de España.
Con el propósito de conocer más sobre su trayectoria artística, hicimos llegar las siguientes pregunbtas a Arboleda. Para nuestra sorpresa, él adjuntó a sus respuestas tres dibujos creados, especialmente para esta entrevista, por Raúl Sagospe, ilustrador de sus libros Papeles arrugados y Prohibido leer a Lewis Carroll, obras publicadas por la editorial Anaya.
¿Cómo fueron tus inicios como escritor?
Mis inicios como escritor están unidos a mis inicios como lector. Desde muy niño me sentí atraído por la la lectura y esta en seguida me llevó a crear mis primeros escritos, que sufrían convenientemente mis amigos y mi familia. Mi madre tiene anécdotas de mi afición a las letras que se remontan a cuando yo era un bebé. Por suerte no está ella respondiendo a vuestra entrevista.
¿Qué te atrajo de la narrativa para niños?
La verdad, no tengo muy claro cómo ni cuándo me atrajo, pero de repente me encontré aquí. Nunca abandoné la lectura de textos infantiles. Como autor, disfruto mucho con la mezcla y el exceso. La literatura infantil acoge la locura de mis textos con una normalidad que todavía me sorprende.
¿Algunos autores y obras que han funcionado como paradigmas en tu trabajo dentro de este campo?
Como escritor, siempre me siento más seguro si tengo cerca un libro de Roald Dahl, aunque sea para reconocer cuando se comporta uno como un cretino. Luego hay otros muchos autores a los que admiro, pero que quizá no me influyen de forma tan directa: maestros como Lewis Carroll, George Macdonald o Wilde, clásicos modernos como Michael Ende y muchos otros.
Si nos centramos en cada uno de mis textos, se puede rastrear influencias más concretas, algunas de ellas no del campo de la literatura infantil. En Papeles arrugados tienen mucha importancia los cuentos tradicionales (Andersen, Grimm, Afanasiev...), mientras que en Prohibido leer a Lewis Carroll, además del genial autor de Oxford, me inspiré en algunos pasajes de las obras de Nancy Mitford.
Has publicado varios libros con dibujos del ilustrador Raúl Sagospe. ¿Cómo desarrollan su colaboración?
Es una suma de talentos. Lo que ocurre es que a menudo el talento de Raúl pisotea al mío y me toca cambiar el texto. Se suele decir que los escritores tenemos mucho ego. Yo también lo tengo, pero los dibujos y cambios que propone (o provoca) Raúl mejoran el total de la obra, así que me toca aguantarme. A menudo pienso si no debería buscarme un ilustrador menos talentoso.
¿Sueles introducir modificaciones en el texto en función de las ilustraciones? ¿Qué papel desempeña, a tu juicio, la gráfica en esas historias?
La gráfica es esencial. Y no utilizo esencial como un sinónimo de importante, sino que realmente en nuestras obras la ilustración forma parte de la esencia de la novela. Yo escribo incluyendo desde un principio partes que deberán ser ilustradas y en las que tendrá más peso el dibujo que la palabra, en el proceso de creación Raúl añade ingredientes nuevos. Así el texto evoluciona y se transforma, hasta generar un estupendo quebradero de cabeza al que nuestra editora debe enfrentarse con toda la paciencia de la que sea capaz.
¿Podrías comentar brevemente tus libros, en orden cronológico, a manera de guía para aquellos lectores que conocen tu obra de forma parcial?
Mi primer libro publicado fue Tic-tac. Ilustrado por Eugenia Ábalos, ganó el primer premio del Concurso Internacional de Cuentos Ilustrados de la Diputación de Badajoz, en la modalidad de literatura infantil (años después repetimos el premio, con la obra Cuentos de la mala nieve, pero en la modalidad de literatura para adultos).Tic-tac es un conjunto de cuentos que tratan del paso del tiempo, los relojes y las relaciones entre abuelos y nietos. Tiene un aire gótico otoñal, al que contribuye las estupendas y melancólicas ilustraciones de Eugenia. Es un libro muy especial para mí puesto que fue mi primera publicación, espoleó mi creatividad y me hizo sentir eso que no existe, ser un “escritor de verdad” (concepto absurdo donde los haya).
Los dos libros sobre el reino de las tuberías, Mil millones de tuberías y Mil millones de tuberías 2: Aventuras en espiral, supusieron mis primeras colaboraciones con Raúl Sagospe, tan satisfactorias que aún hoy seguimos siendo tándem creativo. Son novelas de aventuras, alocadas y aceleradas, con mucho humor y una estética industrial muy trabajada, cercana al steampunk. Años después, siguen funcionando en librerías, lo que en este mundo editorial en el que unas novedades devoran a otras, resulta una agradable sorpresa.
En las dos siguientes novelas, Papeles arrugados y Prohibido leer a Lewis Carroll, Raúl y yo mantuvimos la comicidad, los personajes estrafalarios y la intención transgresora, pero incluimos un ingrediente nuevo: los momentos históricos reales. Papeles arrugados mezcla la infancia y los cuentos tradicionales, pero está situada en 1937, en plena guerra civil española. Prohibido leer a Lewis Carroll está ubicada en 1932, coincidiendo con el homenaje que la Universidad de Columbia brindó a Alice Liddell, la mujer (ya anciana) que siendo niña inspiró Alicia en el País de las Maravillas.
Para mí la historia es materia de ficción. Está plagada de hechos asombrosos, absurdos y delirantes, tan increíbles como inspiradores. Me cuelo en ella como un viajero en el tiempo, pero no uno de esos que no deben tocar nada para que nada cambie, sino con intención de entrometerme, disfrutarla y hacer disfrutar al lector.
Nos gustaría detenernos en Prohibido leer a Lewis Carroll, una de las obras ganadoras del Premio Fundación Cuatrogatos 2014. Lewis Carroll, Alice Liddell, un premio Nobel, Inglaterra, Manhattan, el País de las Maravillas... ¿cómo llegaron a integrarse todos esos personajes y espacios en una misma trama? ¿Cómo fue el proceso de escritura del libro? Coméntenos sobre el making off de esta producción.
La creación del libro parte de dos anécdotas históricas. Una es ese homenaje que le dieron a Alice Liddell en Nueva York, que reunía muchas características carismáticas: era su ochenta cumpleaños, se cumplían cien años del nacimiento de Lewis Carroll y además la anciana se reuniría con el manuscrito original de Alicia, que años atrás, al atravesar dificultades económicas, se había visto obligada a vender. Y algún otro ingrediente más, que no desvelo por si algún lector de esta entrevista no ha leído el libro aún.
Quería escribir algo sobre ese homenaje, pero no estaba interesado en el momento estelar de la humanidad, que diría Zweig, sino en la historia con minúsculas.
Me ayudó a encontrar el tono y la idea una segunda anécdota verídica, la prohibición que en 1931, en China, sufrió Alicia en el País de las Maravillas. El gobernador de la provincia de Hunan prohibió el libro porque contenía animales que hablaban. No porque contuviera un humor subversivo, ni porque alentara la imaginación de los niños y la enfrentara al mundo de los adultos. Porque salían animales que hablaban. Me pareció una razón tan absurda, especialmente viniendo de una cultura con una tradición tan rica en animales fantásticos como la china, que pensé que ese gobernador podía ser perfectamente uno de los personajes, ridículamente serios, de Carroll.
Y a partir de ahí desarrollé la idea de una familia que prohíbe a su hija leer a Carroll y asistir al homenaje de su musa Alice Liddell, sin darse cuenta de que ellos mismos parecen personajes salidos del País de las Maravillas.
El humor y la hipérbole son elementos clave en la composición de este libro. ¿por qué ese énfasis?
El humor y la hipérbole son, ya de entrada, rasgos de mis textos y de las ilustraciones de Raúl. Además, tener como aliado a Lewis Carroll era como echar combustible a esa hoguera. Por otro lado el libro, además de tener diversos referentes literarios, tiene también referentes cinematográficos. Como la acción transcurre en 1932, me inspiré en un divertidísimo subgénero, la screwball comedy, cuyo ritmos y excesos pueden encontrarse también en esta novela.
En este libro, de forma particular, demuestras ser un estupendo creador de personajes. ¿Qué “ingredientes” te parecen fundamentales en esa labor?
Es fundamental que, por demencial que nos pueda parecer un personaje, tenga coherencia interna. Los personajes excesivos e hiperbólicos son muy atractivos para el lector infantil, porque sus rasgos resultan muy identificables y divertidos, pero debe haber honestidad dentro de la exageración. El lector infantil no carga con el estúpido lastre de apariencias que llevamos los adultos encima, así que si intentas darle gato por liebre, se dará cuenta. Son los críticos más certeros.
¿Con cuáles personajes de este libro te identificas más y por qué?
Me identifico con rasgos de muchos de ellos. Sobre todo con lo que todo el mundo consideraría sus defectos. La cabezonería de la pequeña Alice, la sensación metepatas de Eugéne, la dificultad de cumplir las normas sociales de Timothy Stilt, los momentos gruñones de los padres. Creo que soy un compendio de esos defectos. De hecho, no sé cómo me aguantan mis amigos.
Tu libro ha sido interpretado como un homenaje a Lewis Carroll y su personaje más famoso, y también como una celebración del non sense. ¿Compartes esos criterios?
Sí, el libro homenajea a la obra de Carroll, pero no solo al texto de Alicia en el País de las Maravillas. Intenta ser un homenaje a la magia, la buena comunión con los lectores que desde un primer momento provocó ese texto. Es más un homenaje a los lectores de Carroll que al propio Carroll.
¿Cómo se inserta este libro en el panorama de la literatura infantil y juvenil contemporánea española?
Uf, me resulta muy difícil responder a esa pregunta. Creo que quizá otros puedan hacerlo. El nivel de la literatura infantil en España es muy alto, con autores que están haciendo cosas magníficas tanto en infantil como en juvenil. Y también en el mundo de la ilustración.
Aunque publicamos con una editorial importante, Raúl y yo provenimos del mundo de las librerías y somos un poco francotiradores en esto de publicar. Nos apostamos en un lugar, y ahí trabajamos sin llamar mucho la atención hasta que disparamos un libro.
No deja de sorprendernos la buena acogida de nuestros títulos, en especial de Prohibido leer a Lewis Carroll, los premios recibidos como el vuestro, al otro lado del óceano, que se vaya a publicar en lugares tan distantes como Brasil o Corea del Sur, es de locos. Pero bueno, debe ser que estamos todos locos porque, como dice el gato de Chesire, “de lo contrario, no estaríamos aquí".
Alguna anécdota sobre las reacciones de niños (o adultos) sobre este libro.
Es muy interesante que los adultos, como habéis hecho en esta entrevista, me preguntan cuál es mi personaje favorito de mi novela, con cuál me identifico más, pero los niños me preguntan cuál es mi personaje favorito de Alicia en el país de las maravillas. Es algo estupendo, porque te demuestra que el mundo creado por Carroll es un lugar en el que se entra y se sale, y se comenta. Y yo no soy sino otro lector de Carroll más.
¿Qué esperas encontrar cuando abres un libro para niños?
Una buena historia, bien ilustrada, bien editada, que fascine al lector. No me importa cómo provoque esa fascinación, sea de forma culta, de forma vulgar, transgresora, innovadora o mil veces vista. En la fascinación del lector, el fin justifica los medios.
¿Cuál es su mayor ambición como escritor?
Acumular años, acumular libros publicados y acumular lectores. Y llegar a ser un escritor muy viejo, con lectores nuevos.