Toño Malpica: "¿Eres escritor? Pues escribe"
Sergio Andricaín y Antonio Orlando RodríguezEn el panorama de la narrativa para niños y jóvenes contemporánea de Iberoamérica, el nombre del autor mexicano Antonio "Toño" Malpica (México D.F., 1967) resulta una referencia obligada por la calidad y la riqueza de su producción. Se dio a conocer como dramaturgo a fines de los años 1980, mientras cursaba la carrera de Ingeniería de Computación en la Universidad Nacional de México, al escribir obras de teatro junto a su hermano Javier Malpica, y posteriormente incursionó con éxito en la LIJ. En su bibliografía sobresalen títulos como Ulises 2300 (Premio Gran Angular, 2003), El nombre de Cuautla (Premio Gran Angular, 2005), Diario de guerra del Coronel Mejía (Premio El barco de vapor México, 2007), Había una vez un niño llamado Perico (2006), Billie Luna Galofrante (2007), Los mil años de Pepe Corcueña (2010), Margot: La pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri (Premio Norma, 2011), Objetivo miedo (2011), Por el color del trigo (The White Ravens, 2013) y Soldados en la lluvia (Premio Fundación Cuatrogatos 2014), entre otras.
Hasta hace algunos años en Cuatrogatos no teníamos ni idea de quién era Antonio Malpica y en corto tiempo has pasado a ser un nombre imprescindible para hablar sobre literatura infantil y juvenil en México y en la región iberoamericana. Nos gustaría conocer sobre tu formación profesional y el surgimiento del escritor que eres.
Pues te diré que la única formación profesional que tengo en las letras es la que me ha entrado por los ojos; es decir, lo que he leído y disfrutado como lector y espectador. Por supuesto sabes, y si no, te cuento, que soy ingeniero en computación (al menos eso dice mi título de la universidad), así que lo que he hecho en cuanto a LIJ ha obedecido a un impulso inapelable y repentino por escribir, por contar historias, que nació hace ya algunos años. Todo empezó cuando aún estaba estudiando la carrera: a mi hermano Javier y a mí nos cayó del cielo (casi literalmente, pues formábamos parte de un grupo de jóvenes que operaba con cierto pretexto religioso) la tarea de escribir una obra de teatro y montarla. El hallazgo fue tal que ninguno de los dos pudo renunciar a la oportunidad de seguir contando historias. Continuamos escribiendo al alimón todo el teatro posible y, luego, por separado, novelas, cuentos. Al final yo creo que todo es parte de lo mismo, aunque con distintos mecanismos; al final, según yo, todo es ficción, aunque con distintas formas de discurso; todo tiene que ver con que el héroe mate al dragón y se quede con la chava, sólo que a veces esto ocurre en una página ilustrada y otras en un recinto lleno de butacas. Es por eso que creo que la música (que llegó a mí antes que ninguna otra forma del arte: toco el piano desde los doce años) sigue vigente también en mi vida, pues me parece que también es parte imprescindible de mi discurso personal. Lo único que cambia es el lenguaje.
¿Qué te hizo optar por la narrativa para niños y jóvenes? ¿De dónde proviene tu comodidad en este género?
Me gusta decir que me caí en el hoyo de las hadas y los duendes y éstos ya no me dejaron salir. Y no es tan disparatada la comparación. Verás, empecé en el género por accidente y después ya no quise salirme. La anécdota exacta es esta: Por recomendación de mi hermano Javier y de Mónica B. Brozon entré a un concurso de novela infantil a principios del milenio; no porque ellos supieran (o adivinaran) cierta facilidad mía para el género, sino porque era (y es) bien sabido entre colegas que escribo bastante rápido (sí, soy uno de esos raros casos de autores que usan los diez dedos para teclear). La convocatoria estaba por cerrar y acaso yo, a diferencia de otros, sí pudiera terminar en tiempo algún texto.
Pues lo hice. Escribí mi primera novela infantil (Las mejores alas) sin más brújula que la del lirismo, con más instinto que conocimiento y más galofreo que noción real. Obtuve un tercer sitio. Y, como dije, ya no quise salirme. Al igual que cuando Javier y yo descubrimos el teatro, descubrir la LIJ fue un parteaguas en mi vida. Era divertido, era posible, era satisfactorio y estaba completamente al alcance de la mano. Desde entonces no he parado mi producción. Así que estoy en este barco por esas razones, principalmente, pero también me atrevería a añadir esta otra (que no me canso de repetir siempre que me dan chance): El mundo de la LIJ está poblado, en su mayoría, por muy buenas personas. Así que... ¿Cómo no sentirse en casa?
La fantasía, lo sobrenatural, el policíaco y el terror parecen ser aguas en las que te sientes a gusto. ¿Por qué? ¿Quiénes han sido tus principales paradigmas o influencias en estos universos narrativos?
Pues sí, es cierto. Me encanta el subgénero: la fantasía, la ciencia ficción, el policiaco, el terror... ¿La explicación? Creo que me hallo muy cómodo en historias que escapan de lo cotidiano. Y en ninguno de estos géneros vas a encontrar relatos comunes y corrientes; ya sea por una u otra razón, siempre hay algo que produce sorpresa, que aviva el interés, que te hace sentir un chiquillo cuando abrevas en estos géneros. (Supongo entonces, que habría que decir que siempre soy un niño cuando escribo. (También es cierto que todavía no me salen las muelas del juicio, ¿eh?)
Ahora bien, si hablamos de influencias, creo que siempre termino hablando más de cine y televisión que de literatura. (¿Te conté que no fui niño lector? Bien, pues te lo cuento: no lo fui). Me causaron honda impresión series como Galería Nocturna, El túnel del tiempo, Perdidos en el espacio y Tierra de Gigantes, por poner algunos ejemplos. ¿Te das cuenta? El elemento fantástico está presente en todos los casos. Igual podría hablar de cine (todo el de Disney pero también algunas cosas raras como La fiesta de los monstruos (Mad Monster Party) y Los cinco mil dedos del Dr. T (5000 Fingers of Dr. T) nos marcaron a mi hermano y a mí.
Ahora que, saliéndonos de la niñez y hablando de influencias más en mis años de adulto, creo que para hablar de terror pienso sobre todo en Stephen King y en Clive Barker; en ciencia ficción pienso en Dan Simmons, en Neal Stephenson, en Connie Willies , en Orson Scott Card; en fantasía, Tolkien y Ursula K. Le Guin; en policiaco, John Connolly, Robert Crais, Henning Mankell y un montón de connacionales; detectives: Sherlock Holmes, el padre Brown, miss Marple, Hercules Poirot. Y hablando de autores infantiles, habría que mencionar libros específicos como Momo, Peter Pan y Wendy, todo Harry Potter, El Principito, Las aventuras de Tom Sawyer, Manolito Gafotas y hasta El capitán Calzoncillos.
¿A qué atribuyes que los niños y jóvenes sientan una especial inclinación por la literatura de terror y fantástica?
En mi opinión, lo mismo que me hace a mí escribirla. Ya que en los libros se vale de todo, ¿por qué no echar mano de esa virtud? No digo que los libros que replican la realidad con exactitud sean aburridos, yo mismo soy fan de muchos autores que solo escriben historias a nivel de calle, pero también es cierto que muchos mecanismos interiores se activan (la mayoría de ellos jubilosos) cuando el protagonista despega los pies del suelo sin explicación aparente.
Tu producción es numerosa, pero si tuvieras que escoger cinco títulos representativos de distintos momentos de tu trayectoria, ¿cuáles seleccionarías? ¿Qué retos y satisfacciones te trajo cada uno de ellos?
Orale... sí está difícil tu pregunta. A ver si puedo estar a la altura.
¡Uf! De entrada, para no embrollarnos, déjame responder sólo con libros de LIJ. Ahí te van:
1. Las mejores alas (2001). Fue mi primer libro para niños. Me aventé al agua como todo un entusiasta irreflexivo, sin preguntar antes qué tan honda estaba la alberca. Y, afortunadamente, no salió tan mal: aquí sigo pataleando sin ahogarme.
2. Ulises 2300 (2003). El primer libro con el que gané un premio, según yo, verdaderamente importante. Gracias a esta novela sentí que me afianzaba en la LIJ.
3. Billie Luna Galofrante (2007). Acaso la novela en la que me he divertido más y que he escrito con mayor soltura. En este texto no me importó prácticamente nada, excepto contar una historia que me saliera por completo del corazón; no me fije en si era apropiada para el público juvenil o si lo que en ella acontece obedece a algún canon literario. Creo que con este libro comprendí que sí es posible escribir historias y dejar un pedacito propio en cada una de ellas.
4. Siete esqueletos decapitados (2008). Mi primera novela de terror y con la que me inicié en el mundo de las sagas. Una responsabilidad muy grande pero, a la vez, muy divertida. Aún sigo en esta aventura.
5. Margot. La pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri (2011). Mi primer premio internacional. Además, probablemente es el libro que más satisfacciones me ha dado, pues me llegan todo el tiempo, y de todas partes de América Latina, comentarios y agradecimientos.
Margot. La pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri es una novela un tanto atípica, que imbrica de forma novedosa la denuncia social y lo fantástico. Cuéntanos cómo fue su génesis, el proceso de escritura y, si fuera el caso, algún feedback que hayas tenido sobre su recepción.
La génesis tiene que ver, principalmente, con una imprevista necesidad de escribir sobre la vida de una niña y su padre en un ambiente muy precario. El fortuito y fugaz contacto que tuve una vez con un pepenador (reciclador) en el metro de la ciudad de México me dejó marcado y sentí que tenía que hablar de esas personas con las que casi no tenemos contacto pero que igual tienen una vida y muchos sentimientos. De los personajes que he creado, Margot es el que más me ha maravillado; ni siquiera sé si podría decir cómo o cuándo lo ideé. A ratos me parece que ella se creó a sí misma, de tan fuerte, tan voluntariosa, tan heroica como resultó.
También me da gusto que, de mis personajes literarios, sea ella la que está llegando a más países, porque creo que su historia y su solidez son dignas de ser conocidas. Es cierto que el libro al final quedó un tanto atípico, porque supongo que lo mejor habría sido ceñirse a la realidad y contar la historia de Margot con toda su crudeza, sin necesidad de contaminarla con elementos fantásticos”¦ pero no habría sido mi historia. O yo no habría sabido contarla desde esa perspectiva. Quién sabe. El caso es que, desde el principio de mi escritura, aparecieron los hombres de negro y ni siquiera me pregunté sobre su conveniencia al interior de la anécdota; creo que todo el tiempo supe que eran necesarios. Y se quedaron. Y ahí están. Y, en mi opinión, están bien.
El mejor feedback que he tenido con Margot ha sido la buena aceptación entre los niños y sus papás de todas partes de Latinoamérica. La recepción que me dieron cuando visité cada país al que fui invitado con motivo de Margot ha sido la mejor manera de comprobar que una historia se vuelve universal si la cuentas con toda honestidad. Al final no importa para nada que los personajes digan “Qué chido” o “Qué chafa” a la menor provocación.
Soldados en la lluvia es un libro que nos remite a las novelas de la Revolución Mexicana y a lo mejor del realismo mágico. ¿Fue difícil de escribir? ¿Qué te inspiró ese libro?
Gracias por el comentario. Pues no, no fue difícil de escribir. Es cierto que hay que tener cierto rigor documental cuando te aventuras en la novela histórica, pero a veces basta con evadir los anacronismos y hacer verosímil el relato. En este caso no me esmeré más allá de la creación de una atmósfera factible y la ubicación de la historia en un contexto preciso. Te confieso que en algún momento acaricié la idea de contarla en algún pueblo europeo durante la segunda guerra mundial (puesto que lo que ya tenía en la cabeza era la historia del abuelo, los nietos, el soldado que ingresa maltrecho por la ventana), pero luego pensé que me venía bastante bien (y además era lo más justo) situar la historia en la guerra que me era más próxima: la revolución mexicana. Ahí el resultado.
¿Qué me inspiró ese libro? No sé. No siempre sé de dónde saco mis ideas. Pienso en un libro de Kenzaburo Oé que se llama La presa, que tiene ciertos puntos de contacto con mi historia (los niños, el soldado) pero acá es otra la visión. En todo caso, creo que mi principal interés era hablar de algunos rollos filosóficos que, como seguro ya sabes, quedan bastante expuestos en el texto, como el perdón y el albedrío.
Eres un autor bastante prolífico. ¿Cómo te las arreglas para escribir tanto? Si descubriste la fórmula para que los días tengan más horas, revélala, por favor. Hablando en serio, ¿cuál es tu método de trabajo?, ¿algunas manías de escritor?
Ja. Pues creo que sí hay una fórmula pero no es nada que tenga que ver con la posibilidad de hacerse de una plantilla de monos esclavos o cambiar tu alma por novelas al diablo. Es algo bastante sencillo, aunque también un poco menospreciado.
Y es esto: (Musiquita de Clayderman.) ¿Eres escritor? (Más musiquita.) Pues escribe. (Golpe de orquesta.)
Me sorprenden los que se dicen escritores y consideran una tortura sentarse a escribir. O al menos es lo que aparentan, pues no dejan de procrastinar todo el tiempo. ¿Te gusta en verdad escribir? ¿Y por qué estás entonces viendo la tele/paseando al perro/estudiando el cosmos/leyendo? (Oh sí, en mi opinión, a un autor tiene que gustarle más escribir que leer, pero bueno, eso sí es más rollo personal. Lo cual tampoco quiere decir que no veas la tele/pasees al perro/estudies el cosmos/leas, pero sí debes anteponer tu gusto por la escritura a todo lo demás. Ojo: no TODO lo demás —comer, respirar, abrazar a tus hijos—, tampoco hay que ser tan literal) En fin.
Acaso es que, como yo llegué a las letras por puro gusto, no concibo la imagen del autor atormentado frente a la hoja en blanco. Siempre creo que ese tipo de bloqueos tienen más que ver con el millón de preguntas que se hace un artista para poder acometer el lienzo y no con el verdadero ímpetu creador. ¿Te preocupa que lo que plasmes no sea lo suficientemente bueno? Okey, sí, es posible, pero tampoco es absolutamente necesario que lo publiques en seguida. O que lo publiques en lo absoluto. Déjate llevar y ya. Escribe, pues; luego cuestiona.
Personalmente, mi único método de trabajo es este: solo escribo cuando quiero hacerlo. No tengo horarios ni días preestablecidos. No tiene que ser entre semana a fuerzas o de 9 a 13 horas. Es cierto que me siento más cómodo escribiendo en las mañanas, pero no necesariamente. He escrito libros completos por las noches, con la familia durmiendo. ¿Manías? Principalmente esta: tengo que estar a solas. Sin internet, de preferencia. Y con un piano al alcance de la mano. Estoy guardando el documento todo el tiempo, casi cada frase nueva (Compulsión por el Ctrl-S, Ctrl-G ó Shift F12, dependiendo del programa.) No corrijo sino hasta ya avanzada la novela. Y no termino algo que no sienta que esté cuajando verdaderamente: tengo muchos textos arrumbados por muerte de cuna.
Cuando empiezas a escribir ¿ya tienes en la cabeza todos los aspectos esenciales de la historia y los personajes? ¿haces un diagrama o esquema con todos los elementos que deben estar en el relato? O, por el contrario, ¿eres de los escritores que tienen una idea general y vaga, y que se lanzan a escribir casi a ciegas, para que luego la historia siga un curso propio, determinado por los personajes y las relaciones que van estableciendo entre ellos?
Procuro hacer planeación, eso sí. Nunca me he sentido cómodo dejando que los personajes hagan lo que quieran. Respeto mucho esa forma de escribir, pero no es la mía. Con todo, también es cierto que últimamente he recurrido a una técnica mixta: defino la historia a medias y voy dejando que se construya en función de las reacciones de los personajes. En algunas ocasiones me ha funcionado (Margot); en otras, no (dos o tres que ahora mismo se pudren en el disco duro). Y me gustaría en este momento mencionar algo que enfatizo siempre que me dejan abrir la bocota: la planeación tiene que ser igual o hasta más divertida que la escritura misma. Decidir si matas al malo o no, si lo haces huir en una nave o montando un unicornio tiene que ser tan galofrante como el “había una vez” o mejor dedícate a otra cosa.
Toño y Javier Malpica: dos hermanos que escriban con éxito obras para niños y jóvenes no es algo frecuente. ¿Cómo es la relación entre ustedes en el plano creativo? ¿Comparten proyectos, se leen sus trabajos en proceso?
Nos apoyamos mucho, claro. Y a veces nos buscamos para tantear ideas que están en el horno, aunque en general cada uno se conduce con total libertad. Puesto que nos iniciamos juntos en esto, creo que de alguna manera, cuando escribimos, sigue siendo como si lo hiciéramos al alimón. Al menos así me pasa a mí; ya casi ni le pido opinión de nada a Javier porque creo que sé de antemano cómo va a pensar al respecto. Todo lo que hemos hecho juntos tiene que ver con el teatro (casi todo llevado a escena), el cine (guiones que siguen esperando su momento) o La Cosa Monstra (el grupo de terrock para niños en el que hacemos mancuerna música/letra).
¿Por qué, para qué y para quién escribes?
¿Por qué? Porque me encanta y es probablemente lo que me hace sentir más vivo. ¿Para qué? Chance y para justificar que no vine al mundo nada más a hacer montón. ¿Para quién? Para el que me quiera leer.
¿Qué crees que te distingue como narrador?
Que conste que sí la pensé. Y por un buen rato. Pero la verdad no sé. Mejor esa se la dejamos a los estudiosos.
¿Cómo concibes el vínculo autor-editor?
Necesario, siempre y cuando haya respeto mutuo y armonía colaborativa. Sí, sí, ya sé que parece que estoy describiendo cualquier tipo de relación humana, pero en el ir y venir editorial, estoy convencido de que la única forma de conseguir un buen libro es que ambos se sientan a gusto trabajando y sin querer imponer en ningún momento su santa voluntad. Yo he tenido suerte. Creo que todos mis editores son mis amigos y a todos les tengo un gran respeto, cada uno con su muy individual estilo de trabajo; y viceversa (aunque también he tenido mis ratos). Creo que se avanza mucho en ese acercamiento si el autor no se considera a sí mismo Don Perfecto, ni el editor responsable de sólo publicar obras dignas de un Nobel.
Has ganado varios premios, ¿eso ha influido en tu trabajo como creador?
Definitivamente. Pero no porque sienta una responsabilidad nueva con mis lectores por cada premio recibido. Creo que el efecto es un poco al contrario: cada premio me afirma como autor y me hace sentir más a mis anchas; escribo con menos presión de demostrar nada (ya lo he demostrado) y más desenvoltura. Pero ojo: sin descuidar la letra. El asunto es que, por cada premio, escribo con más ganas pero, para serte sincero, no creo que muy distinto a como siempre lo he hecho. Para mí Las mejores alas y El llamado de la estirpe están escritos con el mismo cariño y el mismo tesón de siempre.
¿Cómo ves el panorama actual de la LIJ mexicana? ¿Qué valoras en él? ¿Qué echas de menos? ¿Podrías mencionar algunos autores y obras nacionales que consideres especialmente significativos?
Me gusta el momento que estamos viviendo. Me parece que es un digno caldo de cultivo para que la LIJ prospere sin falsas poses, sin imposturas. En ningún momento editorial alguna me ha querido imponer (y creo que a ningún otro colega nacional) cambios en mi forma de escribir para condicionar mi publicación. Es un ambiente sano y cordial, en el que la competencia es sana y el apoyo (al menos entre autores) pleno y desinteresado. Me consta. No conozco un solo autor de LIJ mexicano (aunque ahora que lo pienso, creo que tampoco en el mundo) que no tienda su mano a otro autor de LIJ.
Por otro lado, creo que lo que sí echo de menos, al menos por parte de los esfuerzos editoriales que hoy observamos, es la necesidad de ser leídos allende nuestras fronteras. La mayoría de nosotros (si no es que todos) carecemos de agente literario, lo que significa que si la editorial no nos promueve en el extranjero, nadie más lo hace. Y hay libros que merecerían ser traducidos hasta al sueco (ninguno mío, pero sí de otros colegas, que conste). ¿Qué libros y autores considero significativos? Gulp. Me dan pena este tipo de declaraciones porque siempre terminas dejando fuera a alguien que quieres y aprecias y te sientes horrible por la eternidad y un día. Así que prefiero nada más decirte que todos, los que están empezando y los que ahí la llevamos, tenemos algo que ofrecer. Y sí creo que vale la pena de repente desviar la mirada hacia acá para ver qué estamos haciendo. Están padres las pirámides, sí, pero también los libros.
(Claaaro, una pausa obligada aquí para agradecer y reconocer a Cuatrogatos, que tiene puestos los ojos en toooodo el mundo.)
Al leer tus libros uno cree adivinar que detrás de ellos hay un cinéfilo. Sácanos de la duda.
Totalmente. Cinéfilo a morir. Como ya te respondí hace rato, mucho de mi influencia artística tiene que ver con la pantalla grande. Por eso narro como narro; y por eso a veces te sientes en una película cuando lees algo mío. Es involuntario pero también inevitable.
¿Quién es Antonio Malpica? ¿Cómo lo describirías?
Un tipo común y corriente que un día se dio cuenta de que podía escribir y que no solo no le salía tan mal, sino que, además, lo disfrutaba mucho. Y por eso no quiso dejar de hacerlo. Pero, más allá de ese “superpoder” que le cayó del cielo, es un tipo como cualquier otro. Todos los días tiende su cama, lleva a los niños a la escuela y lava los trastes cuando le tocan.
Un millón de millones de gracias por la entrevista.