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Mary Poppins
Pamela L. TraversIlustraciones de Marie Shepard. Traducción de Marií Manent. Barcelona: Editorial Juventud.
Mary Poppins
Brenda BellorínNo hay niñera en el imaginario infantil del siglo XX que le gane a Mary Poppins. La idea de que exista una nodriza voladora que es capaz de hablarle a los animales y encarrilar a niños por el camino de la urbanidad sin aburrirlos resulta demasiado atractivas como para admitir competencia. Pero, aunque es un icono indeleble para las varias generaciones que hemos crecido en el mundo "supercalifrajilístico" de la niñera dulzona y cantarina con rostro de Julie Andrews, son cada vez menos los que conocen a la genuina Mary Poppins de P. L. Travers; a esa que es estricta y malhumorada sin dejar de ser maravillosa.
Digo que la construcción literaria de Poppins no hay que olvidarla. El libro está lleno de sorpresas y recorridos inesperados; historias dentro de otras como la de la vaca que saltaba, o inexplicables interrupciones como una onírica visita al zoológico de noche. Travers provee al lector de tan solo una certeza: la cotidianidad siempre es susceptible de ser cambiada si nos arrimamos a las bondades de la fantasía. La señorita Poppins, con su sola presencia y cierta complicidad de los niños Banks, es capaz de alterarlo todo. Cuando los personajes se entregan a ese juego, las cosas más insólitas pasan bajo cierto manto de normalidad; de pronto que la gente flote de la felicidad tiene sentido, y el hecho de que exista un compás capaz de cambiar caprichosamente las leyes espacio-temporales no resulta absurdo. La enigmática aya inglesa llega a la vida de los Banks no para educar formalmente, sino para demostrar los poderes de la imaginación y la creatividad.
El personaje de Poppins es fascinante desde todos los ángulos (ciertamente lo es como encarnación muy misteriosa de la naturaleza). Asimismo, la capacidad de Travers de crear situaciones extraordinarias para transformarlas en una prosa coherente y deliciosas es envidiable. Pero quizás lo que hace la novela un clásico que vence la prueba del tiempo es el hecho de que refleja, como pocos libros para niños, la manera de interpretar y construir el mundo que tienen los más pequeños.