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La cuerda floja
Lygia Bojunga NunesIlustraciones de Eudaldo Crespo. La Habana: Editorial Gente Nueva, 1989.
La cuerda floja: una casa llena de habitaciones por ordenar
Legna Rodríguez IglesiasPararte frente a un libro de Lygia Bojunga Nunes es como pararte frente a la casa más divertida y terrible de la ciudad, la casa donde uno quiere vivir, porque es la más alegre, donde la fachada está pintada o despintada pero igual luce confortable, demasiado atrayente, como si tuviéramos la certeza de que adentro nos divertiremos muchísimo. Uno también presiente que habrá misterios, problemas, muchos problemas y trabazones. A uno le entra un desespero en el estómago, le entra una melancolía, una aflicción, pasa algo inexplicable en ese principio del libro, cuando aún no hemos abierto la puerta de la casa ni nos hemos internado en sus salones. Recuerda: un libro es una casa.
Yo me he parado frente a tres libros nada más de Lygia Bojunga Nunes (Brasil, 1932) y frente a un cuento que se publicó en Cuba como parte de una antología para adolescentes. El cuento se llama "Adiós" y no te puedo explicar el tamaño de semejante relato. Cuenta la historia de una madre que abandona a su hijo. Es para adolescentes, pero no es para adolescentes, en realidad, sino para cualquier lector. El lenguaje de Lygia Bojunga Nunes es muy nítido, marcado por la brevedad, como cuando un niño conversa con uno. El niño habla con frases cortas, sencillas, no hay complicaciones en su lenguaje. Las complicaciones están afuera, a la intemperie, afectando el entorno de ese niño y de todo lo que lo rodea.
Ni el Circo Areíto de los años noventa en Cuba, ni los circos de provincia establecidos en anfiteatros viejos, ni el Circo Dumbo de Walt Disney, ni el Circo del Sol de Youtube en cuarentena, gratis para todos los integrantes de las familias, más sofisticado que una aplicación de Apple, serán nunca tan asombrosos como el circo sin nombre de La cuerda floja, la novela brasileña, descomunal, de Lygia Bojunga Nunes. Un circo que no conocemos, pero que nos lo imaginamos. Porque leer un circo no es asistir a él. Leer un circo es desactivarlo, descomponerlo, desclasificarlo (si uno quisiera). Por supuesto, no estoy hablando de un tipo de circo de carpa que va de pueblo en pueblo con todos sus integrantes a cuestas (aunque en La cuerda floja hay un circo real que hace eso y se detiene de pronto en Rio de Janeiro y aparece María de la mano de Barbuda), sino de un circo humano en el que vivimos y donde estamos saltando al vacío, sin redes de sostén, cada media hora.
Lo divertido de lo que hablaba al inicio es el humor avasallador con que Lygia Bojunga Nunes cuenta una historia tan triste, tan complicada, tan importante de contar. Para mí, si me preguntan, se resume a eso: Lygia Bojunga Nunes cuenta cosas importantes de contar. La importancia de La cuerda floja, su valor como libro, es sobre todo literario, pero al mismo nivel, humano: “María no soltó el paquete, ni el aro, ni la mano de Barbuda. Y Barbuda creyó también que no debía soltar la bolsa. Y Fueguillo se apoyó en un rincón. Y Barbuda se apoyó en Fueguillo. Y María se apoyó en Barbuda”. Al leer ese pasaje, en la segunda o tercera página, uno se da cuenta de que todo se vendrá abajo. Uno comprende que, en menos de lo que canta un gallo, perderá el equilibrio y se desplomará.
Los padres de María eran trapecistas, algo pasó con ellos y María debe ir a vivir con su abuela, una señora llamada Doña María Cecilia Mendoza de Melo. Barbuda (una mujer barbuda) y Fueguillo (un tragafuegos que ya no puede tragar más fuego y se entrena para sacar conejos de cualquier lado) eran los mejores amigos de los padres de María. Ellos llevan a María a la casa de su abuela cuando el circo hace una parada en Rio de Janeiro, como parte de su gira programada. Pero María no se quiere soltar de ellos… A partir de ahí, cada uno de los acontecimientos (porque no creo que sean sucesos simples, sino verdaderos aconteceres narrativos) superará al anterior. María, una niña de diez años, menudita, tendrá que hacer un ejercicio de autoconocimiento para poder sobrevivir al hecho, doloroso y perturbador, de estar sola en el mundo. Para María y sus padres, para Barbuda y Fueguillo, el circo era la casa.
María no está sola en el mundo: tiene una abuela (tremenda) y tiene amigos (maravillosos), pero ¿qué significa perder a los padres a una edad donde cada célula de comprensión, cada valor humano, cada sentimiento, está siendo experimentado y aprendido, por primera vez. La cuerda floja, publicado por primera vez en 1979 y luego traducido y vuelto a publicar, no podía llamarse de otra manera. Esa precisión fascinante de Lygia Bojunga Nunes será lo que leeremos y disfrutaremos de un modo perpetuo. Me acuerdo de querer abandonarlo, al libro, mientras lo leía: lo siento, no puedo más, no voy a seguir leyendo. Su autora consigue crear una atmósfera tan potente, tan neutralizadora, que de alguna manera sentí que yo era esa niña de diez años, menudita, del tamaño de mi aro de flores. Sentir eso fue un peso muy grande. Las únicas pertenencias de María son una bolsa y un aro de flores. En la bolsa, casi nada. Con un aro de flores y unos recuerdos escondidos en lo más hondo del subconsciente, María avanzará.
Cada capítulo de La cuerda floja es una habitación redonda, cerrada, quiero decir en términos narrativos. No hay un solo capítulo que se me quede fuera del placer de haberlo leído, embelesada. ¿Cómo lo hace Lygia Bojunga, Dios mío, cómo lo hace? La estructura de la novela está formada, como los capítulos, por habitaciones que María abre, cuando nadie la ve, adentrándose en ellas para conocerlas, ordenarlas. Un libro es una casa. Lo que ordena es bello y doloroso, porque le pertenece. Después de ordenarlo, deja de ser doloroso para empezar a ser, simplemente, verdad. La verdad que constituye a cada ser humano.
Sin embargo, si me preguntan, podría contar tres capítulos preferidos de memoria: "Conversación por teléfono", "Clase particular" y "El regalo de cumpleaños". No los contaré porque es desagradable adelantar la historia. La conversación por teléfono ocurre entre María y Barbuda. Barbuda llama a María para saber cómo está, pero María está triste y habla poco. María tiene un problema y Barbuda no tiene suficientes monedas como para seguir hablando. Se va formando una fila inaguantable detrás de Barbuda en la cabina. Me entra un desespero. La clase particular ocurre entre María y una profesora particular que le da clases de matemáticas a María, porque María nunca ha ido a la escuela, María nació en el circo y vivía en el circo con sus padres rodeada de felicidad. La profesora tiene un perro que se echa bajo la silla mientras María recibe las lecciones. Si María se mueve, el perro se mueve. Me entra un desespero. El regalo de cumpleaños ocurre entre María y Doña María Cecilia Mendoza de Melo (su abuela). En la escena hay una mesa repleta de comida. María no come casi porque no tiene deseos. Alguien más, que no es María ni Doña María Cecilia, está también a la mesa y come, come sin parar, desaforadamente, pantagruélicamente, como si no tuviera otro objetivo en su vida que no fuera comer, comer, comer, hasta el final. Me entra un desespero.
El legado que los padres de María han dejado para ella podría ser el amor. Si me preguntan, diría que mucho más: la fuerza de una niña menudita contra la desolación total. El legado que Lygia Bojunga Nunes ha dejado para nosotros podría ser la fuerza de la literatura, el poder de lo escrito como recurso invaluable. La cuerda floja podría ser una de las maravillas del siglo XX, un libro delgadísimo en los libreros de todos los niños de todos los países. El tiempo pasará y nuestra vida se llenará de casas y habitaciones, solo tenemos que entrar y ordenar.
Texto puesto en línea el 22 de julio de 2020.