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El potro de los sueños
Daisy VallsIlustraciones de María Sánchez. Miami:Eriginal Books, 2019. ISBN: 978-1-61370-110-2
El potro de los sueños
Alejandro LangapeEl potro de los sueños, de Daisy Valls, escritora cubana radicada en Miami, es un libro que debe leerse a la sombra de los dos exergos que escoge su autora, pertenecientes a dos grandes poetas cubanos ya fallecidos: Rafael Alcides y Eliseo Diego. Las citas de ambos tienen como centro al niño, y justo un niño, cuya edad queda a la imaginación del lector, es el sujeto lírico de los poemas que conforman esta obra, que puede entenderse bajo la vieja figura de la serpiente que se muerde la cola o como un cofre de joyas, del cual podemos ir tomando distintas piezas, siempre hermosas en su ternura, y que dibujan al protagonista en sus acciones.
El niño de Valls juega, sueña, viaja sobre las aguas, por el cielo. Su más amigo que mascota, el can Sísifo, lo acompaña siempre en sus aventuras y juegos, como también está omnipresente el recuerdo de la madre fallecida que llena todo el poemario con notas de nostalgia y melancolía: “Mamá se ha ido / en un carro de fuego / parecido a un caballo-bicicleta”.
Vale recordar que en la obra de Valls el mundo de los juegos infantiles, el viaje como liberación y búsqueda, el afán de volar y contemplar desde las alturas el universo, son referencias constantes.
El protagonista de El potro de los sueños reconoce su entorno e interactúa con él. Allí están los animales domésticos y otros que suelen aparecer en la literatura infantil como lagartijas, conejos, ardillas, elefantes, arañas… Hay un entorno campestre por el que este personaje se pasea descubriendo los elementos de su espacio real e imaginario. Este niño sueña y su mundo onírico se repleta de imágenes familiares (siempre la madre como figura central, pero también en ocasiones el padre, como en ese viaje a bordo de un velero), de fantasías e incluso alguna pesadilla de la que emerge como un héroe valiente.
Preguntas, aseveraciones, relatos de anhelos y ensoñaciones, el diálogo constante del niño con Sísifo nos hace evocar inevitablemente a Juan Ramón Jiménez en sus conversaciones con Platero bajo el cielo de Moguer e inscriben la poética de la autora en esa corriente que toma a los animales como mudos interlocutores a los que se confían descubrimientos, dudas, sentimientos.
También nos deja muy claros sus referentes literarios al hablarnos de las lecturas de este niño: el ciclo narrativo de Pippa Mediaslargas, las historias de la Ilíada, la Odisea y la mitología griega, los cuentos populares rusos. Se describe la influencia de la lectura de estos textos en el desarrollo de su imaginario infantil (el caballo de lunares de Pippa entra por su ventana), pero también la asimilación de los valores transmitidos (lo que más le alegra de la historia de Vania es que dejó de ser un holgazán).
En lo formal, Valls asume muy diversas métricas en sus poemas, yendo desde los versos de tan solo tres sílabas al alejandrino, echando mano a la prosa poética y atreviéndose en algunas ocasiones con rimas asonantadas que confieren ritmo y cadencia.
El tiempo es hermoso
vamos a jugar.
Iremos al bosque,
empieza a cantar.
Abriremos las alas,
para imaginar.
Nos colgaremos de la luna,
comienza a volar.
Los vientos de octubre
nos protegerán.
Las ilustraciones de la pintora cubana María Sánchez se inscriben en el estilo naif o primitivo, y en ellas encontramos al niño inmerso en sus juegos de imaginación, a sus padres y a su perro, y también elementos propios de la noche y el mundo de los sueños. Y no falta el potro rojizo que aparece en mayor formato en las páginas iniciales y que el lector seguirá encontrando, a manera de viñeta, en el borde inferior derecho de cada página. Hermosamente dibujadas, cada ilustración resulta funcional e interactúa con la impronta del texto concreto que refiere y al que sirve de apoyo eficaz, teniendo en cuenta la edad de los lectores a los que se destina el libro (verbigracia el dibujo de la gata Penélope).
Con El potro de los sueños, Daisy Valls comparte sus recuerdos, nos habla de la niña que fue y seguirá siendo. Nos dice, también, de la necesidad de soñar, del valor de la amistad, la nostalgia, la melancolía y el dolor por la pérdida, sin que falten la ternura y la sonrisa (la pelota caída en el plato de sopa), a la vez que nos invita a volar a lomos del potro de los sueños.