Revista 'La Edad de Oro', Nueva York, 1889.
  • Revista 'La Edad de Oro', Nueva York, 1889.

Estética de la infancia en José Martí y La Edad de Oro

Ana Garralón

¿Vivir impuro? 
¡No vivas, hijo! 
José Martí

 

A modo de justificación

La bibliografía martiana es inabarcable. Vana es la pretensión de quien intente acceder a la obra de este personaje a través de los estudios que le han sido dedicados. Pero su obra tampoco queda corta: más de setenta volúmenes tuvo la primera edición de sus obras completas. Esto no es de extrañar teniendo en cuenta que fue un hombre que durante toda su vida procuró vivir de lo que producía su pluma. Su saber enciclopédico le sitúa en el punto de estudio de numerosos temas y su labor como político y activista, así como su personalidad, completaron los requisitos para que Martí fuera estudiado durante años. 

Entre su extensa producción figura un proyecto para niños, el periódico La Edad de Oro, que, aunque tardíamente, ha suscitado también numerosos estudios. Cuando en Europa hacía ya años que la infancia encontraba textos y libros específicamente destinados para ella –recuérdese que en 1658 se publicó el Orbis Pictus; en 1722 Rousseau edita su Emilio y en España se publica desde 1798 La Gaceta de los Niños–, América Latina acababa de librarse de la tiranía de la corona española y el lugar de la infancia estaba todavía por debajo de otras necesidades más inmediatas. Por eso sorprende que Martí apoyase entonces el proyecto de publicar un periódico de recreación al estilo del Nouveau magasin des enfants o del Amigo de los niños, cuando la situación de ambos continentes era tan desigual. ¿Qué pretendía al publicarlo? ¿Hacer, por fin, realidad el sueño de editar un periódico aunque fuera para niños, o tenía bien claro que era algo necesario? 

Una cuidadosa lectura nos desvelará que Martí sabía a quién se estaba dirigiendo y que su idea de infancia era precisa y clara, en contraste con otros autores de la época como los que no escribían para la infancia pero sus textos eran leídos por ella –por ejemplo Robert L. Stevenson– o los que se dirigían específicamente a ella y eso marcaba claramente sus escritos –véase Carlo Collodi. La intención de este breve trabajo es observar, a través de lo que dejó escrito en La Edad de Oro el concepto de infancia que su autor proyectó.

Breve apunte biográfico de José Martí 

En una casa humilde de La Habana, una mujer canaria, Leonor Pérez, da a luz su primer e único hijo varón el 28 de enero de 1853. El padre, un desarraigado emigrante procedente de Valencia acoge la noticia con alegría aunque su situación económica no es nada desahogada. Ambos habían marchado a Cuba en busca de nuevas oportunidades que nunca encontrarían. El carácter tosco y rudo de los padres iría perfilando la personalidad del despierto muchachito que crecerá en un ambiente severo y falto de ternura. 

Cuando José Martí cumple dos años se trasladan todos a Valencia. Los pocos ahorros conseguidos y la dote de la boda que Mariano Martí todavía conserva les permite albergar alguna confianza en su futuro. Mariano Martí se siente español, trabaja para el ejército español y añora su tierra, pero la estancia en Cuba también les ha marcado y, dos años después, regresan a La Habana. Allí el padre consigue varios trabajos que no alivian la economía familiar y a los cuales irá renunciando uno tras otro por su extrema honestidad y rectitud. Mientras, van naciendo las hermanas de Martí, que llegarán a ser siete y de las cuales sólo sobrevivirán cinco. 

A pesar de la pobreza en la que viven, Martí destaca por su brillante inteligencia, su temprana vocación poética y su afición a la lectura y es esta aptitud la que hará que finalmente vaya a la escuela, donde ingresa con nueve años, a pesar de la oposición de don Mariano, poco amante de las letras. Más tarde pasará a la Escuela de Instrucción Primaria Superior Municipal de Varones, donde simultaneará la enseñanza con un trabajo de administrativo y dependiente en una bodega. 

La escuela, fundada y dirigida por Rafael María de Mendive, hombre liberal y generoso partidario de la independencia de Cuba, deja en Martí una huella profunda. Mendive y la escuela significaron un espacio de libertad, de intelectualidad, de tolerancia desconocido hasta entonces por la falta de ideas políticas que caracterizaron a su familia. Mendive, no sólo le ayudará en la financiación de sus estudios sino que le dará la conciencia de cubanidad que marcará todo su trabajo y vida posteriores. Esta evolución en sus ideas políticas no le agrada mucho a don Mariano, español convencido, para el que Cuba era una parte más de España. 

Con 15 años publica sus primeros escritos políticos. La ciudad vive por entonces días de represión por la guerra iniciada a finales de 1868 contra el poder colonial y el gobierno se ocupa de buscar colaboradores y alentadores de la independencia. Martí es detenido finalmente por la policía y condenado a seis años de cárcel. Seis años que el jovencito encara con alegría sin saber realmente lo que le espera. Desde el presidio escribe a su madre, a su cómplice, para decirle: "Mándeme libros de versos y uno grande que se llama El Museo Universal" 1.

Pero en la cárcel lo primero que recibe es una cadena a la cintura unida a otra en el tobillo que no se quitará ni de día ni de noche y doce horas de trabajos en las canteras. Cuatro meses más tarde es trasladado por enfermedad: la cal le ha dañado los ojos y tiene ulcerado el tobillo por el grillete. Los padres, que le visitan con regularidad y contemplan el deterioro de su hijo, buscan sacarle de allí como sea. Finalmente la pena es conmutada por el destierro a España. Martí tenía entonces 16 años y sale de su isla querida por primera vez para no volver en muchos años. Lleva una lección aprendida: la del extremo esfuerzo, la de la fatiga, el cansancio y la enfermedad de un hombre que sólo quiere libertad de expresión. El gobierno español, con los destierros, pretendía aislar a los revolucionarios, cortar sus conexiones y sacar de la isla a todos los rebeldes, pero la realidad era distinta pues el colecctico cubano en Madrid era muy activo y trabajaba incansablemente por la causa, aliándose incluso con los republicanos y otros grupos de la oposición. Martí, enfermo, triste por la noticia de la muerte de una de sus hermanas y cansado, encuentra, a su llegada a Madrid, el calor y la ayuda económica que necesita para costearse un par de operaciones para costearse las lesiones de la cárcel. 

Su inquieto espíritu se llena de energía y colabora en distintos periódicos mientras prepara sus asignaturas para las carreras de Derecho Civil y Canónico y Filosofía y Letras. Su correspondencia con sus padres, sobre todo con su madre, no ha cesado y cuando éstos le comunican que se trasladan a México en busca de mejores oportunidades de trabajo, no lo piensa dos veces y viaja allá. Cuando llega le comunican la muerte de otra de las hermanas. En México vive un período de relativa tranquilidad: trabaja como periodista y traductor hasta que su nombre es conocido en los círculos políticos e intelectuales y por su posición política deberá abandonar el país. Se iba, eso si, con un compromiso matrimonial con Carmen de Zayas Bazán, cubana procedente de una familia acaudalada. Viaja a Guatemala donde imparte clases en la Academia de Niñas de Centroamérica. En este país tendrá un incidente, resaltado por todos sus biógrafos, al enamorarse de María García Granados y finalmente dejarla por atender su compromiso de boda con Carmen de Zayas Bazán. A su vuelta de México, recién casado, descubre que la ciudad le da como bienvenida el ataúd donde está el cuerpo de la joven a la que Martí inmortalizó en el poema "La niña de Guatemala": 

...Ella, por volverlo a ver, 
salió a verlo al mirador: 
él volvió con su mujer: 
ella se murió de amor... 

...Se entró de tarde en el río, 
la sacó muerta el doctor: 
dicen que murió de frío: 
yo sé que murió de amor.

El matrimonio con Carmen le instala en una nueva etapa. No por deseo de Martí, sino de la esposa que no desea otra cosa que una vida tranquila alejada de toda actividad política. Martí accede: espera su primer hijo y la dictadura existente en Guatemala le ocasiona problemas así que deciden marchar a Cuba de donde había salido hacía seis años. El trabajo de pasante en un bufete, unido a conferencias y veladas literarias no son más que la capa superficial de su actividad como conspirador, actividad que es descubierta al poco tiempo y que le lleva, de nuevo, al destierro. Su mujer y su hijo se quedan en Cuba. 

Pero ya no tiene nada que hacer en España. Tres meses después de llegar toma un barco y regresa al continente donde se instala en Venezuela con la esperanza de reunir allí a su familia. Poco dura esta esperanza pues su labor política enfurecerá al dictador de turno que le expulsará. Y ya pocos destinos más le quedan para elegir. Uno de ellos era Nueva York donde se reune con su esposa e hijo cinco meses más tarde. Pero el futuro del reciente matrimonio estaba ya marcado. Martí, que contaba con veintiocho años tenía tras de si una trayectoria imparable y en los Estados Unidos enontraría al colectivo de cubanos más comprometido por la lucha contra el colonialismo español. 

No es difícil imaginar la decepción de su esposa cuando al llegar descubre que, nuevamente, Martí se dedica a la conspiración y está entregado a la causa cubana. Vivía de sus colaboraciones en periódicos y sus traducciones, así que la vida era sencilla, aunque lo que Carmen de Zayas no podía aceptar era la total dedicación a las actividades políticas. Siete meses más tarde ella regresa a Cuba con el hijo y las cartas que entonces se escriben están llenas de amargura. 

"Sacrificar a todos y cantar las purezas lejos del contagio, olvidando cuanto hay de sagrado en la tierra y más serio en la vida, ni es valor ni así se cumple con el deber", le reprocha ella, mientras él se justifica: "cree que obro impulsado por ciegos entusiasmos o por novelescos apetitos; se me reprocha que haga en prosa lo que se me tenía por bello cuando lo decía en verso". 

Es en esa época cuando comienza a escribir los poemas dedicados al hijo que, dos años más tarde, se editarían bajo el título de Ismaelillo y con los que Martí trataba de explicarle a su hijo –y tal vez a él mismo– las grandes diferencias que hay entre los ideales y la realidad. Dice en la dedicatoria:

Tal como te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en una forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo! 2

Este es, sin embargo, un período de relativa cierta tranquilidad. Martí vive en una especie de pensión, y decimos pensión porque sólo la gente conocida podía alquilar alguna pieza para vivir, perteneciente a la familia Mantilla en donde la venezolana Carmita Mantilla se ocupaba con diligencia y buen humor de todo. Nuestro protagonista disfruta, como hacía tiempo que no lo podía hacer, de una verdadera familia donde encuentra el calor y el apoyo que durante tanto tiempo le han faltado. Incluso se ocupa con entusiasmo de los hijos de Carmita, en especial de la más pequeña: María, pues el marido aquejado de una larga enfermedad morirá en 1884.

Tema conflictivo el de María, y en ocasiones confuso, del que nos ocuparemos más adelante. 

Se afana en sus trabajos periodísticos con los que obtiene ingresos fijos y representa consularmente a Uruguay, Argentina y Paraguay. Tal vez esa estabilidad le permite aceptar la proposición de editar, en 1889, un periódico para niños de habla hispana. La Edad de Oro se llamaría el mismo que sólo tuvo cuatro números. En 1890, después de varios intentos de reconciliación, se separa definitivamente de Carmen de Zayas, que viaja a Cuba con el hijo que entonces tiene doce años y una cuidada educación burguesa. Pero la vida de Martí está bien asentada en la familia Mantilla. El aliento que recibe en esa entrañable casa le resguarda ya de toda desavenencia y le da, incluso, la fortaleza de la que él tan bien hace gala. 

Un año más tarde, España reprocha a los tres países a los que Martí representa en Nueva York que tengan como cónsul a un contrario a España, a lo que Martí responde renunciando a los tres consulados y volviendo a vivir de sus colaboraciones periodísticas. Pero eso ya no le importa porque está totalmente entregado al plan de la liberación de Cuba y en 1895, después de tres desenfrenados años de trabajo, intrigas, planes, viajes por Estados Unidos y cientos de artículos, encontrará la muerte en una pequeña emboscada en su Cuba querida. Así pasará a la historia este hombre enjuto, de tez serena y serio porte, amante del chocolate con poco azúcar y vestido siempre con su bien cepillado traje negro. Algún tiempo más tarde comenzará la riada de estudios sobre su vida y pensamiento, las ediciones de sus escritos y la devoción que, todavía hoy, suscita. 

José Martí y la infancia 

Ya que el motivo de este pequeño trabajo es intentar establecer una estética de la infancia en la obra de Martí dirigida a los niños, es inevitable reflexionar sobre la relación del propio Martí con la infancia. Martí como niño y Martí como padre. Pero algo que parece sencillo no lo es. La infancia de Martí, por los datos que los biógrafos presentan, es reducida. No hay muchos testimonios sobre ella y las aproximaciones que se hacen son bastante pueriles. Casi podríamos afirmar que Martí no tuvo infancia tal y como actualmente se entiende esta época. Hijo de emigrantes pobres no sólo la austeridad material en que vivían le marcó sino, sobre todo, la ausencia de afectos. Todos los biógrafos parecen coincidir, aunque en muchos casos se trata de disculpar, en que los padres de José Martí eran gente humilde, recta, inculta y con mala suerte en sus aspiraciones económicas. Teniendo más hijos de los que podían mantener, no es extraño que el primogénito y único hombrecito fuera encaminado a ayudar al padre para aliviar la modestísima economía familiar. 

Con dos años viaja a Valencia, a reencontrarse con la tierra de sus padres –que no sería la suya– y de este período poco se escribe en los libros. Regresan dos años más tarde y, con ocho, acompaña a su padre en un nuevo trabajo en el campo. Ya entonces comienza su ininterrumpida correspondencia con su madre a quien le cuenta en la primera carta encontrada de él: 

Estimada mamá: deseo ante todo que Vd. esté buena, lo mismo que las niñas, Joaquina, Luisa y mamá Joaquina. Papá recibió la carta de Vd. con fecha 21, pues el correo del sábado que era 18 no vino, y el martes fue cuando la recibió; el correo -según dice él- no pudo pasar por el río titulado "Sabanilla" que entorpece el paso para la "Nueva Bermeja" y lo mismo para aquí, papá no siente nada de la caída, lo que tiene es una picazón que desde que se acuesta hasta que se levanta no le deja pegar los ojos, y ya hace tres noches que está así. Ya todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo y engordarlo como un puerco cebón, ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo en él. Cada día cría más bríos. Todavía tengo otra cosa en qué entretenerme y pasar el tiempo, la cosa que le digo es un "Gallo Fino" que me ha regalado don Lucas Sotolongo, es muy bonito y papá lo cuida mucho, ahora papá anda buscando quien le corte la cresta y me lo arregle para pelearlo este año, y dice que es un gallo que vale más de dos onzas. (...) Y no teniendo otra cosa que decirle déle expresiones a mamá Joaquina, Joaquina, Luisa y las niñas y a Pilar déle un besito y Vd. recíbalas de su obediente hijo que le quiere con delirio... 3

Aunque es una escritura sencilla, no hay duda de que el talento de este joven avispado se dejaba ya entrever. No sólo eso, sino el deseo grande de comunicarse, de poner por escrito lo que le ocurría en un ambiente en el que lo escrito no tenía ningún valor, al menos para el padre. No es extraño, pues, imaginarse a José Martí como un chico tímido y retraído, inadaptado incluso. 
Cuando comienza a ir a la escuela sus intereses están por encima de esos juegos que considera no son para él y se centran en aprender todo lo que le enseñan y leer más de lo que puede. Su padre no sabe si preocuparse por las ideas y el exceso de conocimientos que posee su hijo o dejarle tener oportunidades que él nunca tuvo, pero –suponemos– que confía en que su primer trabajo le apartará de las locas fantasías de las que habla cuando la intimidad del hogar lo permite. El padre, no obstante, le transmitirá el ejemplo de un hombre recto, insobornable y que trata de ser justo aunque eso signifique vivir en la pobreza.4 Pero Martí comienza su trabajo con 24 años que simultanea con las clases en donde su brillantez le hace destacar por encima de los demás, tanto, que el director de la escuela, Mendive, decide apadrinarle, pagándole sus estudios. Lo que parece preveerse como un tranquilo período de formación se ve truncado dos años más tarde cuando es detenido, condenado y encarcelado. Ahí se hará una foto que enviará a su madre con las siguientes palabras: 

Mucho siento estar metido entre rejas; pero de mucho me sirve mi prisión. Bastantes lecciones me ha dado para mi vida, que auguro ha de ser corta, y no las dejaré de aprovechar. Tengo 16 años y muchos viejos me han dicho que parezco un viejo... 5

En la foto aparece un Martí con el pelo cortado, una especie de pijama carcelero liso y una cadena atada desde la cintura hasta el tobillo que no se podía quitar ni de día ni de noche, produciéndole heridas que le acompañarían toda la vida. Sin embargo su pose es de una dignidad absoluta: sabe bien por qué está ahí y acepta el castigo con la estoicidad con la que aceptará siempre lo imprevisto. Esto nos hace suponer que hace tiempo que dejó atrás la infancia. ¿Cómo, si no, un joven de 16 años va a salir indemne de una prueba así? Martí, lejos de amedrentare, encuentra nuevos motivos para seguir con su lucha. Posiblemente ya tenía clara conciencia de sí mismo y del papel que la historia le había reservado. 

Tampoco tenemos mucha información de la relación con sus hermanas. Consta en esa primera carta que escribió a su madre el cariño que les reservaba, pero en la selección de cartas para niños y jóvenes editada en La Habana en 1991 6 pasan casi veinte años desde la primera carta hasta la siguiente. Imaginamos que esto no era así y que la madre tuvo muchas más cartas en las que seguramente se cruzaba información sobre las hermanas que, en algún momento, destruyó. 7

De la correspondencia existente se observa que Martí actuaba como buen hermano mayor, consejero y confidente de las cosas que las hermanas, quizás, no se atrevían a contarle a los padres. 

De Martí como padre tampoco se ha escrito excesivamente, aunque nosotros haremos un pequeño alto con el que intentaremos aclarar temas que, de alguna manera, se encontrarán en La Edad de Oro

Martí tiene 24 años cuando se casa y un año más cuando nace su hijo José Francisco, llamado familiarmente Pepito. Apenas el niño tiene un año cuando Martí es detenido y deportado por segunda vez. Es lógico, pues, que esta segunda estancia en España fuera breve: apenas tres meses.

En Cuba estaba su recién formada familia con la que deseaba encontrarse cuanto antes. Pero Carmen de Zayas, su mujer, seguramente guardaba ya dentro de sí el rencor hacia este hombre que anteponía sus intereses políticos a sus obligaciones familiares. En marzo los Martí se reúnen en Nueva York, pero la falta de recursos materiales, las escasas perspectivas y la insistencia de Martí en sus actos políticos, hacen que Carmen regrese a Cuba en octubre, es decir, cuando Pepito tiene 22 meses. 
"La vida matrimonial de Martí no fue feliz –cuenta Blanche Z. de Baralt, amiga durante más de diez años de Martí–. Carmen tenía ideas contrarias a las de Martí. Le repugnaba vivir en el exilio y la pobreza. Se iba numerosas veces a Cuba".

Mientras vive en Venezuela, su mujer no irá a verle en ninguna ocasión y, cuando en julio le expulsan del país, regresa a Nueva York. Su hijo tiene entonces dos años y medio. Desde la primera separación –en 1880– Martí ha ido escribiendo versos para su hijo, versos con los que intenta acercarse al pequeño que su mujer continuamente le arranca. En 1882 los publica bajo el título de Ismaelillo y denotan los sentimientos tan hondos que el breve contacto con su hijo le había producido y también el drama de la separación que su sensibilidad como poeta acusa y que, en ocasiones la crítica no ha tenido en cuenta. 

Sus referencias en pasado: 

Por las mañanas 
mi pequeñuelo 
me despertaba 
con un gran beso. (Poesía completa, p. 23) 

La separación:

No es, no, la luz del día 
la que me llama, 
sino tus manecitas 
en mi almohada. 
Me hablan de que estás lejos: 
¡locuras me hablan! 
Ellos tienen tu sombra; 
¡Yo tengo tu alma! (p.23)

El temor al olvido: 

¡Cuando te vayas, 
llévame, hijo! (p. 29)
La inquietud por saber lo que hace, por saber con quién está: 
¿A quién envuelve 
con sus suaves 
alas nubosas 
mi amor errante? (p. 36)

O la turbación, ante familia, amigos o conocidos, del abandono de su familia y, en especial, de su hijo:

Ved: sentado lo llevo 
sobre mi hombro: 
oculto va, y visible 
para mí solo! (p. 37)

Tal vez la publicación del libro, unido al dolor del padre y hombre abandonado pero, sobre todo por la perseverante correspondencia que debía tener con su esposa, la persuadieran para probar de nuevo suerte con Martí en Nueva York. No es por nada que durante una buena temporada Martí tuviera poca actividad política, pero no iba a durar mucho. Dos años y tres meses después de su llegada, en marzo de 1885, Carmen de Zayas abandona a su marido por segunda vez. Todavía habrá una tercera, la definitiva, seis años más tarde cuando va en junio y regresa en agosto de 1891. ¿Qué sería Martí para Pepito y, sobre todo, qué sería Pepito para Martí? Su hijo, educado en un ambiente pro-español mientras él luchaba, hasta la enfermedad, por la libertad de Cuba. Es de suponer que Martí no interrumpiera nunca su relación, eso sí, restringida a la correspondencia, pues también tendrá una carta para él antes de su muerte; una carta donde las escasas líneas evidencian la distancia entre ambos: 

Hijo: 

Esta noche salgo para Cuba: salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo.

A pesar de esta relación a intervalos, con rupturas, encuentros y desencuentros, de José Francisco no ha quedado rastro. Nunca se citan testimonios de él ni sus experiencias con su padre, apenas hay referencias a lo que hizo después. En parte no es de extrañar pues la gran figura, el libertador, el Apóstol, es Martí y un hijo criado "a lo español" no tiene sitio en la bibliografía martiana. 

Es inevitable 

En numerosos libros y pies de fotos, se encuentra la nota de que Martí posa con María Mantilla a la que educó como si fuera hija propia. Todos los estudiosos y biógrafos parecen coincidir en la influencia recíproca de ambos y en su estrecha relación. En contados casos se indica explícitamente que era su hija 9, pero en 1989 José Miguel Oviedo consagró un estudio exclusivo sobre el tema 10. A pesar del interés de los datos aportados, la obra sufrió una cierta censura 11 no sólo explícita en el momento de su publicación, sino a lo largo del tiempo, al no ser tomada en cuenta en estudios posteriores. 12 Pero parece claro que Carmen Mantilla tuvo una larga y estable relación amorosa con Martí, al que apoyó incansablemente. 

Martí vivió en la casa que regentaba Carmita durante muchos años y se hizo cargo de la educación de María desde su nacimiento: oficialmente era su padrino y así se ha remarcado una y otra vez. Oviedo presenta en su libro datos reveladores como por ejemplo el hecho de que el inicio de la escritura de Ismaelillo coincida con el nacimiento de María como prueba de que su hijo sigue siendo el primero, la lectura con distinta clave de algunos pasajes de la obra poética de Martí, o incluso una entrevista que le hace al hijo de María, "supuesto" nieto de Martí. Pero la falta de testimonios escritos de los implicados muestra que, o bien es una suposición, o bien fue un secreto bien guardado como demuestra el que la propia María no supiera sino muchos años después la "verdad". 13 

Sea lo que fuere, la relación era ciertamente filial: Martí supervisó la educación de María hasta su muerte a la que parece pretender transmitirle su saber enciclopédico. Cuando parte hacia Cuba, para la que sería su primera y única batalla, le escribe varias cartas en las que le da instrucciones precisas sobre sus deberes y le da ideas para nuevos trabajos como la creación de un Atlas. 

"Una historia de mi viaje –le detalla–, a modo de diccionario, con la explicación de los nombres curiosos de este viaje mío (...) busca Atlas y escribe lo que encuentres.–Athos, es el nombre del vapor: busca Athos. –Cap Haitien es el lugar a donde vamos ahora, –búscalo en el Larousse y en las geografías. Y así harás un libro curioso e irás pensando en mí" 14

Dos semanas más tarde, un Martí un poco alicaído, triste y, seguramente cansado por las durezas del campo, le vuelve a escribir y, al final, después de la firma y de la fecha le propone que busque Santiago y Batey. Y un par de meses después, ya repuesto y tranquilo, vuelve a escribirle una larga carta con "la vida a un lado de la mesa y la muerte al otro" en la que le da nuevas sugerencias para su estudio: 

Un libro es L´Histoire Générale, un libro muy corto, donde está muy bien contada, y en lenguaje fácil y limpio, toda la historia del mundo, desde los tiempos más viejos, hasta lo que piensan e inventan hoy los hombres. Son 180 sus páginas: yo quiero que tú traduzcas, en invierno y en verano, una página por día; pero traducida de modo que la entiendas, y de que la puedan entender los demás, porque mi deseo es que este libro de historia quede puesto por ti en buen español, de manera que se pueda imprimir, como libro de vender, a la vez que te sirva (...) Es bueno que al mismo tiempo que traduzcas, –aunque no por supuesto a la misma hora–, leas un libro escrito en castellano útil y sencillo, para que tengas en el oído y en el pensamiento la lengua en que escribes. 15 

La propia María evocará la educación que Martí le dio, en un artículo publicado en El Mundo, de La Habana (marzo, 2, 1959): 16

Toda la instrucción que poseo, se la debo a él. Me daba las clases con gran paciencia y cariño, y cada vez que tenía que hacer un viaje, me dejaba preparado el itinerario de estudios que había de hacer en cada día, durante su ausencia. 

La Edad de Oro y la infancia 

Recordemos que La Edad de Oro se editó en 1889 en forma de periódico con el subtítulo de Publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de América. 17 Auspiciada por el empresario A. Da Costa Gómez sólo verán la luz cuatro números pues el propio empresario divergirá con Martí y suspenderá el proyecto. 18 De esas tiradas iniciales en formato periódico, los cuatro números se editaron en forma de libro, quedando en numerosos casos como objeto exclusivo de estudiosos e investigadores y no llegando a manos de sus destinatarios iniciales 19. Cuando Martí aborda el proyecto, se encuentra en su período de madurez ideológica: ya ha escrito largamente sobre todos los temas que le interesan, que le afectan como hombre, como persona, como cubano. Su proyecto político por la independencia de Cuba va teniendo poco a poco forma; en su trabajo tiene una cierta estabilidad pues representa, consularmente, a Argentina, Uruguay y Paraguay; su nombre es conocido en la esfera política internacional y en lo personal, aunque está lejos –no sólo físicamente– de su hijo que ya tiene diez años, ha educado durante nueve años a María Mantilla y puede decirse que con ella ha puesto en práctica muchas de las ideas pedagógicas que, para él, son el sustento de una educación integral. Acostumbrado a planificar las tareas de María durante sus ausencias y viajes, no parece resultarle difícil escoger los temas de los que va a escribir, ni tampoco el lenguaje con el que va a dirigirse a sus futuros lectores.

Yo no recuerdo, entre los (libros) que tú puedes tener a mano, ningún libro escrito en este español simple y puro. Yo quise escribir así en La Edad de Oro; para que los niños me entendiesen, y el lenguaje tuviera sentido y música. 20

Así que Martí no solo no desconoce el principio pedagógico que, por entonces y todavía hoy, parecían ignorar algunos de los que se acercan con la literatura al mundo de la infancia: un registro diferente del utilizado para el adulto, sino que ha observado el sistema educativo norteamericano basado en el castigo y los ejercicios memorísticos y sabe sus carencias.

¿De dónde viene que con ser tan patente el cuidado con que aquí se atiende a la instrucción pública, tan vastos los recursos, tan numerosos los maestros, tan hábiles y bellos los libros, den por resultado general niños fríos y torpes que después de seis años de escuela dejan los bancos sin haber contraído gustos cultos, sin la gracia de la niñez, sin el entusiasmo de la juventud,sin afición a los conocimientos, sin saber por lo común, más, cuando mucho saben, que leer a derechas, escribir vulgarmente, calcular en aritmética elemental, y copiar mapas? 21

Por la selección de temas que hace –literarios, históricos, antropológicos, científicos–, parece decantarse por un tipo de niño con una formación amplia, no restringida a un saber en concreto impuesto por los programas educativos. Su propia experiencia como estudiante, donde destacaba por encima de los demás con una capacidad de aprendizaje mayor que sus compañeros, le da la seguridad de proponer temas variados de cierta complejidad con los que espera informar o, al menos despertar la curiosidad. 
"La educación empieza con la vida y no acaba sino con la muerte" (pág. 8), parece ser el principio que rige la publicación y que no es otro que una prolongación de su experiencia, incansable estudioso y lector con un saber enciclopédico. 

Seguramente tuvo en sus manos algunas revistas que por aquel entonces se publicaban, como Los Niños y El Museo de la Juventud, de España, o Harper´s Young People y St. Nicholas, de Estados Unidos 22, y que le sirvieron de inspiración en cuanto a los temas, aunque La Edad de Oro pretendía una clara diferenciación al estar compuesto de manera que responda a las necesidades especiales de los países de lengua española en América, y contribuya todo en cada número directa y agradablemente a la instrucción ordenada y útil de nuestros niños y niñas, sin traducciones vanas de trabajos escritos para niños de carácter y de países diversos. 23 

Establece una clara diferenciación entre los niños norteamericanos o españoles y los de América Latina, necesitados de textos adecuados a su carácter, sus intereses y sus diferencias con el resto. No es que el niño o la niña latinoamericanos sean distintos: es que lo es su realidad y conforme a ella hay que ofrecer una educación específica que haga que "los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros" (pág. 11). 

Para esta misión, se servirá de su experiencia, de su trayectoria personal. Trata a los niños como al niño que él fue. Su imagen de niño no es ninguna utopía aprendida en los libros, es el reflejo de sus propias vivencias, de su recorrido intelectual. De ahí que lo primero que sorprenda, nada más abrir sus páginas sea esta declaración: "Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz" (pág. 9). 24 

¿Qué significado tiene ese "por supuesto"? Si repasamos la vida de Martí, se verá claramente que durante su vida las mujeres tuvieron lugares importantes: único varón entre siete hermanas, relaciones más estrechas con la madre, profesor en Guatemala de niñas, educación de María. A pesar de ser consciente de la importancia predominante del rol del hombre en su sociedad, la inclusión de la mujer en un periódico para niños es la evidencia de que María está permanente en su pensamiento –lo corroborarán también algunos cuentos de marcado carácter autobiográfico– y no puede evitar que el periódico se dirija directamente a ella. Esto explicaría la contradicción de pretender incluir a las mujeres, a las niñas, en los aprendizajes de sus enseñanzas para relegarlas al papel de madres –"con los caballeros de mañana y con las madres de mañana" (pág. 9)–, acompañantes –"para contarles a las niñas cuentos lindos con los que entretener a sus visitas y jugar con las muñecas" (pág. 9)–, o confidentes pasivas: "las niñas deben saber lo mismo que los niños, para poder hablar con ellos como amigos cuando vayan creciendo; como que es una pena que el hombre tenga que salir de su casa a buscar con quién hablar, porque las mujeres de la casa no sepan contarle más que de diversiones y de modas" (pág. 11). 

Sin embargo, y curiosamente, su "feminismo" podría situarse en el discurso actual que ya no aboga tanto por una igualdad sin diferencias, como por una igualdad en las diferencias, respetando lo característico de cada sexo: 

...hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo que les gusten" (pág. 11); "La mujer no es como nosotros sino como una flor, y hay que tratarla así, con mucho cuidado y cariño, porque si la tratan mal, se muere pronto, lo mismo que las flores" (pág. 138). 25 

En los cuatro números Martí se dirigirá por igual a niños y niñas; en unos cuentos los protagonistas serán niños y en otros niñas: todos serán traviesos, ingenuos, queridos, bondadosos, curiosos y generosos y deberán aceptar las enseñanzas que la vida les mostrará. 

Las cualidades esenciales del carácter, lo original y enérgico de cada hombre, se deja ver desde la infancia en un acto, en una idea, en una mirada (pág. 82).

Y así son algunos de los niños que retrata y con los que espera dar ejemplo: niños que, inesperadamente, afloran su generosidad en un gesto, su solidaridad, su acercamiento al problema de las clases sociales. Niños que han vivido el ejemplo y eso reproducen: "como lo quieren mucho, él quiere mucho a los demás" (pág. 49). Muchos de esos niños pertenecen a la clase alta, tal vez porque el periódico se dirigía a ellos, tal vez porque era la clase que representaba la fuerza para la emancipación y la independencia 26 y la que podría recibir con mayor provecho sus enseñanzas. 

No hay que olvidar que la intención de Martí con el periódico, como casi todo lo que se publica en su época, es el conocido instruir deleitando, donde de cada cuento, poema o historia, se podrá obtener una útil enseñanza moral. La falta de intención religiosa y el cultivado estilo harán que los textos no caigan en la fácil moralina, como otros tantos. 

"Los niños saben más de lo que parece" (pág. 11): con este enunciado Martí establece el perfil del niño al que se dirige: curioso, activo y con una capacidad receptiva superior a la que por aquel entonces el sistema escolar tenía en cuenta. Pero Martí tampoco se engaña y sabe que los pueblos, lo mismo que los niños, necesitan de tiempo en tiempo algo así como correr mucho, reírse mucho y dar gritos y saltos. Es que en la vida no se puede hacer todo lo que se quiere, y lo que se va quedando sin hacer sale así de tiempo en tiempo, como una locura" (pág. 46).

Tal vez por eso combinaba con acierto textos de compleja comprensión, con lecturas más breves y cortas, más hechas para ese espacio lúdico que reserva. La sencillez de estilo y la profundidad del contenido permitirá varias lecturas, o, lo que es lo mismo, varias edades o niveles lectores. Por eso propone formatos diferentes –cuentos, poesías, relatos históricos, avances científicos, otras culturas– y temas variados –muerte, racismo, pueblos oprimidos, solidaridad–, siempre bajo una lectura por la causa americana, por la unión de los pueblos americanos y el respeto a sus diferencias. 

También Martí sabe de la curiosidad infantil y de lo importante que es su estimulación para el aprendizaje, como cuando advierte a sus lectores en el primer número que "lo importante es que el niño quiera saber" (pág. 10), o haciendo una versión del cuento de Pulgarcito –"Meñique"– donde el protagonista obtiene el triunfo por su afán de saber. 

"Los niños debían echarse a llorar cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo" (pág. 126), recomienda, aunque sabe que tampoco puede dictarles utopías que les enfrentarán a hechos que no podrán resolver con el saber: "antes, todo se hacía con los puños; ahora la fuerza está en el saber, más que en los puñetazos; aunque es bueno aprender a defenderse, porque siempre hay gente bestial en el mundo y porque la fuerza da salud" (pág. 54).

Y apunta que el saber rompe muchos estereotipos: "Estudiando se aprende eso: que el hombre es el mismo en todas partes" (pág. 56). Pero dedica muchas líneas a recomendar la reflexión ante los hechos de la vida, en especial aquellos que afectan a las desigualdades sociales, a las injusticias, a la opresión: 

El niño, desde que puede pensar, debe pensar en todo lo que ve, debe padecer por todos los que no pueden vivir con honradez, debe trabajar porque puedan ser honrados todos los hombres y debe ser un hombre honrado. El niño que no piensa en lo que sucede a su alrededor, y se contenta con vivir, sin saber si vive honradamente, es como un hombre que vive del trabajo de un bribón, y está en el camino de ser bribón (pág. 14).

Los años de formación son los más delicados, los que necesitan de una mayor atención porque de ahí surgirán las nuevas generaciones: "La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad y la viveza, de la imaginación y el ímpetu. Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste" (pág. 81).

Por ello Martí no tiene miedo de hablar de la honradez, de la generosidad, de la justicia, de la bondad y de la rectitud como bases que guiarán al hombre durante toda su vida y que serán evidentes en sus cuentos. Los niños de Martí son queridos en sus casas por sus padres que valoran sus actos de bondad y ésta parece ser la cualidad que Martí va a descatar de manera remarcable texto tras texto: 

El que es estúpido no es bueno, y el que es bueno, no es estúpido (..) Los buenos son los que ganan a la larga (pág. 31). 

Lo general es que el hombre no logre en la vida un bienestar permanente sino después de muchos años de esperar con paciencia y de ser bueno, sin cansarse nunca. El ser bueno da gusto, y lo hace a uno fuerte y feliz (pág. 82). 

Los niños debían juntarse una vez por lo menos a la semana, para ver a quién podían hacerle algún bien, todos juntos (pág. 92). 

Cuando la gente no es buena, la pobreza los pone de mal humor (pág. 107).

El propio ideario de Martí se encuentra aquí, condensado, y no es difícil observar las similitudes de su discurso con el religioso imperante en la época, pero aquí está descargado de ese "temor de Dios" que el editor le reclamó. En ese sentido Martí se ajusta al concepto moralizante de entonces, donde los niños necesitan una moral claramente defiinda que les forme como personas. Martí cree que los niños van a conseguir por su propia naturaleza encontrar el camino justo y así apela numerosas veces a la colectividad, pero sin olvidar que el ser humano es uno y solo y como tal tendrá que enfrentarse a su destino; tal vez en aquellos momentos, estuviera incluso escribiendo La Edad de Oro para sí mismo: "Un hombre solo no vale nunca más que un pueblo entero; pero hay hombres que no se cansan, cuando su pueblo se cansa" (pág. 14). 

Notas: 

1. Tomado de: Arciniegas, Germán (1959): América Latina. México: Fondo de Cultura Económica, 1993.
2. Martí, José: Poesía completa. Tomo I. Edición crítica a cargo del Centro de Estudios Martianos. La Habana: Letras Cubanas, 1985. pág. 17.
3. Martí, José: Con todo el sol sobre el papel. Selección de Jacqueline Teillagorry Criado. La Habana: Ediciones Abril, 1991.
4. No parece descabellada la idea de que las relaciones entre don Mariano y Martí fueron conflictivas como se ha explicado en el apartado biográfico, pero esta relación cambiaría, no solo por la distancia que les separaría durante muchos años y que les acercaría más en lo afectivo, sino en la propia paternidad de Martí quien, dos años después del nacimiento de su hijo y comprobadas las dificultades de ser un buen padre escribiría a su hermana estas halagadoras frases hacia don Mariano: "Tú no sabes, Amelia mía, toda la veneración y respeto ternísimo que merece nuestro padre. Allí donde lo ves es un hombre de una virtud extraordinaria. Ahora que vivo, ahora se todo el valor de su energía y todos los raros y excelsos méritos de su naturaleza pura y franca. Piensa en lo que te digo. No se paren en detalles, hechos para ojos pequeños. Ese anciano es una magnífica figura. Endúlcenle la vida. Sonrían de sus vejeces. El nunca ha sido viejo para amar" (Tomado de: Con todo el sol sobre el papel, Op. cit.).
5. Tomado de: Arciniegas, Germán (1959): Op. cit.
6. Martí, José: Con todo el sol sobre el papel, Op. cit.
7. En una de las cartas que Martí le dirige a su madre le dice: "Vd. lo sabe todo: esta palabra de hijo me quema". La madre, sabiendo la popularidad internacional que su hijo tenía y temerosa del destino de esas cartas, quema algunas, como ella misma cuenta en un extracto que recoge Félix Lizaso (Proyección humana de Martí. Buenos Aires: Raigal, 1953. pág.24): "Es el caso que yo guardaba todas tus cartas, con la esperanza de que algún día tendríamos tranquilidad para repasarlas juntos, y reir o llorar con ellas. Pero viendo que esto se alarga mucho, que yo puedo morir, y ellas ir a parar a manos extrañas, determiné romperlas, pero no tuve valor sin darles otro repasón, y como algunas tienen ya la tinta apagada, he hecho mucho esfuerzo. Pero ya se acabó la obra, y no me pesa pues rara era la que no tenía un ramalazo y no me hubiera gustado que otro las leyera".
8. Zacharie de Baralt, Blanche: El Martí que yo conocí. La Habana: Centro de Estudios Martianos, 1980.
9. En la introducción al epistolario que Manuel Pedro González preparó para Gredos en 1973 se cita que María era hija de Martí.
10. Oviedo, José Miguel (1989): La niña de Nueva York. Una revisión de la vida erótica de José Martí. México: Fondo de Cultura Económica.
11. Guillermo Cabrera Infante publicó un artículo en el periódico El País (19 de Mayo de 1995), con motivo del centenario de la muerte del libertador, en el que comenta a propósito del estudio: "Pero cuando el serio, sesudo profesor, al publicarlo, esperaba elogios o al menos una crítica al día, recibió los más terribles ataques –dentro y fuera de Cuba. Algunos le reprocharon el estudio alegando que “cómo iba Martí a tener una hija ilegal” (...) Querían, es obvio, echar sobre la familia Mantilla un manto de silencio. Los ataques, como me esperaba, se extendieron a mí y a Miriam Gómez que manchábamos la figura impoluta del Apóstol con lo que casi equivalían a chismes".
12. En el libro más reciente sobre Martí que estoy manejando (Ette, Ottmar y Heydenreich, Titus: José Martí 1895/1995. Literatura, política, filosofía, estética. Frankfurt: Vervuert, 1994) hay dos estudios dedicados a La Edad de Oro. En el primero de ellos, "La urdimbre de La Edad de Oro, el juego escondido", de Ada María Teja, se dice: "Su hijo José Francisco tiene diez años y medio, María Mantilla, a la que ama como hija, nueve" (pág. 143). El segundo –"Análisis comparativo de objetivos educativos de la burguesía: José Martí, La Edad de Oro (1889) y Edmundo De Amicis, Cuore (1886)"–, de Martin Franzbach, no indica nada, mientras que en un tercero, dedicado a la iconografía martiana, al comentar la foto en la que aparecen juntos, indica: "A los tres retratos conocidos de Martí con su hijo José Francisco deben añadirse las dos fotografías que nos lo muestran con la niña que, de cierta forma, era hija suya, María Mantilla" (pág. 239). Aquí, no sólo no se precisa qué significa esa cierta forma sino que un par de líneas más adelante el investigador afirma sin ningún reparo: "La foto de padre e hija".
13. César Romero, en la entrevista que Oviedo le hace para el libro, indica que María no supo hasta 1935 que Martí era su padre. "Mi madre quedó tan impresionada –cuenta– que me escribió una carta (todavía la conservo) en la que decía: “Por favor, nunca vuelvas a decir que él era mi padrino, porque tú ves, hijo querido, él fue realmente mi padre”" (pág. 114).
14. Martí, José: Con todo el sol sobre el papel. Op.cit., pág. 15.
15. Carta escrita en Cabo Haitiano el 9 de abril de 1895. Tomado de: Arias, Salvador (ed.) (1980): Acerca de La Edad de Oro. La Habana: Centro de Estudios Martianos/Letras Cubanas, 1989.
16. Tomado de: Oviedo, José Miguel. Op. cit., pág 82.
17. Dada la profusión de estudios sobre La Edad de Oro y la inevitable repetición de citas en las que se cuenta detalladamente la histora y evolución del periódico, remitimos al lector a cualquiera de las obras citadas en este trabajo, en especial la selección de Acerca de La Edad de Oro para evitar caer en reincidencias que llevarían al tedio a nuestros lectores y alargarían innecesariamente este trabajo. Así mismo, otros aspectos como contenido literario, ideas pedagógicas, ideas sociales y aspectos generales, se encuentran también tratados en dicha publicación por lo que este apartado se dedicará a analizar la idea de infancia que Martí aplica a sus cuentos y cómo son retratados los niños en las historias.
18. Tal y como el propio Martí escribiera en una carta, las diferencias de opinión respecto a las ideas religiosas contenidas en la revista o, más bien, la ausencia explícita de contenido religioso, con la moralina imperante en la época (temor de Dios, etcétera) será la razón que siempre se ha tenido como principal para el cierre de la revista aunque José Fernández Pequeño, en su estudio "La Edad de Oro, reflexiones para una afirmación y una duda" (En: Acerca de la Edad de Oro, Op. cit., pág. 343 ss), duda de que ese haya sido el único criterio y lo hará basándose en un estudio de todas las referencias a la religión que contine el periódico y de las sospechas –insinuadas por otros investigadores– de que los motivos reales fueron el temor a las consecuencias del contenido "revolucionario" de la publicación.
19. Tal es, por ejemplo, el caso de España donde desde hace bastantes años no hay ninguna edición para niños de la obra.
20. En la última carta que le escribió a María Mantilla, el 9 de abril de 1895. Tomado de: Acerca de La Edad de Oro, Op. cit., pág. 41.
21. Contenido en una carta a La Nación (2 de septiembre de 1886) con el título de "La Escuela en Nueva York", reproducida en el trabajo de Mirta Aguirre "La Edad de Oro y las ideas martianas sobre educación infantil". En: Acerca de la Edad de Oro. Op. cit., pág. 75.
22. Para un estudio más detallado de las similitudes de La Edad de Oro con otras revistas infantiles, en especial con St. Nicholas recomendamos la lectura del trabajo de Silvia A. Barros: "La literatura para niños de José Martí en su época (Notas hacia el impresionismo en La Edad de Oro)", recopilado en Acerca de La Edad de Oro, Op. cit., pág. 300 y ss. en el que, remarcando las notables diferencias en cuanto al estilo literario y las pretensiones moralizantes, se muestran las analogías de ambas revistas.
23. De la declaración editorial de la revista citada en: Oviedo, José Miguel. Op. cit., pág. 103.
24. Las citas de La Edad de Oro han sido tomadas de: Martí, José: La Edad de Oro. Edición de Froilán Escolar. San José, Costa Rica: Editorial San Judas Tadeo, 1993. En adelante se citará solo el número de página.
25. Conocidos son, por otra parte, los esfuerzos de Martí por evitar que tanto sus hermanas como María, evitaran adoptar el rol de mujer que sólo espera el matrimonio. En una carta a María le dice: "¿Piensa en el trabajo, libre y virtuoso, para que la deseen los hombres buenos, para que la respeten los malos, y para no tener que vender la libertad de su corazón y su hermosura por la mesa y por el vestido?" En: Acerca de La Edad de Oro. Op. cit., pág 39.
26. Como apunta Martin Franzbach en su "Análisis comparativo de objetivos educativos de la burguesía: José Martí, La Edad de Oro (1889) y Edmundo De Amicis, Cuore (1889)". En: José Martí 1895/1995. Op. cit. y ss.


Artículo puesto en línea en enero de 2000.