Entrevista con la autora e ilustradora peruana Andrea Gago

El nombre de Andrea Gago se menciona cada vez con más frecuencia cuando se habla de buenos libros para niños en Perú. Esta joven artista estudió Estudió Diseño Gráfico en el Instituto Peruano de Publicidad y, más adelante, cursó en la especialidad de Grabado en la Facultad de Arte y Diseño de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha ilustrado obras para niños como Uli. Una ardilla del otoño, álbum con texto de Elena Fernández Ferro (Lima: mónimo, 2022), y las narraciones Algo azul, de Becky Urbina (Lima: Fondo de Cultura Económica, 2020), y El paño rojo, de Anna Lavatelli (Bogotá: Panamericana Editorial, 2019).

Como de autora de los textos y las ilustraciones, Andrea ha dado a conocer con el sello peruano Polifonía Editorial dos obras para bebés: La discusión (2019) y El bolso de mamá (2020). El primero de ellos fue seleccionado como uno de los libros ganadores del Premio Fundación Cuatrogatos 2022 por un grupo multidisciplinario de lectores que lo destacó como una “inteligente y jugosa historia para los más chicos que, sin duda, deberían leer también muchos adultos”. Un año antes, sus ilustraciones fueron seleccionadas para la Exposición y el Catálogo de Ilustradores de la Feria del Libro Infantil de Bolonia.

Para conocer un poco más sobre esta creadora, le enviamos un cuestionario que ella tuvo la gentileza de contestar. A continuación, nuestras preguntas y sus respuestas:

¿Cómo comenzó tu atracción por las artes visuales?

Sé que va a sonar un poco trillado, pero desde muy pequeña he dibujado. Solía llevar a todas partes mis materiales para dibujar. Pero cuando terminé el colegio no sabía qué estudiar. Fue un momento difícil para mí el decidirme por una carrera. Creyendo asegurar mi futuro laboral estudié diseño gráfico, que parecía una carrera más o menos afín a mis intereses. Terminé sin mucho ánimo y comencé a trabajar. Pero sentía que me faltaba algo, no estaba contenta. Me inscribí en cursos de acuarela y serigrafía, estando siempre pendiente de las exposiciones de arte. Fue durante ese tiempo que empecé a hacer mi propio camino. En un viaje a Argentina vi el trabajo de Liniers, de Cristian Turdera y todos los libros de Pequeño Editor. Fue como amor a primera vista y recuerdo haber pensado: “Esto es lo que quiero hacer, a esto me quiero dedicar”.

¿Qué tipo de estudios realizaste en este campo?

Después de estudiar diseño gráfico y de trabajar sin mucho ánimo durante unos años, decidí estudiar Arte. Sentía que el diseño gráfico no me daba todas las herramientas que necesitaba para convertirme en ilustradora, así que decidí postular a la carrera de Arte en la Universidad Católica.

Recuerdo esos primeros años en la Facultad con mucho cariño. Fue una época de mucho aprendizaje. Aprendí escultura, grabado, pintura. De todo un poco y, claro, los cursos teóricos fueron muy valiosos también. Me especialicé en Grabado.

En esa etapa de tu vida, ¿recibiste formación en la especialidad de ilustración?

Lamentablemente, en el Perú no existe la carrera de Ilustración. Así que durante esta etapa la formación que recibí estaba enfocada solo en las artes plásticas y las artes visuales contemporáneas.

Pienso que los contextos me empujaban a encontrar un lugar para mí que yo desconocía. Lo digo porque cuando trabajaba en diseño gráfico me decían que mi línea era muy artística y cuando estudiaba arte los profesores me decían que todo era muy gráfico o ilustrativo, de manera peyorativa. Con mucho temple logré encontrar el lugar adecuado para mi trabajo, entre el arte y el diseño.

¿Qué te atrae de la ilustración de libros?

La ilustración para libros me atrae por varios motivos. Como lectora es un goce inexplicable el que siento al estar frente a un libro ilustrado, me conecto emocionalmente con los trazos, los colores, el ritmo al pasar las páginas. Es realmente maravilloso ver la cantidad de estilos y posibilidades que encuentro en mucho de lo que se publica. Por otro lado, la ilustración involucra una investigación tanto teórica como artística. Ilustrar no solo se trata de “dibujar bonito”, se trata de una búsqueda y aprendizaje constante para lograr entender lo que necesita cada proyecto para, finalmente, poder lograr materializar una experiencia literaria y artística completa.

¿Cuál es el principal reto cuando ilustras un texto que no ha sido escrito por ti, como sucedió, por ejemplo, con Algo azul, de Becky Urbina?

Cada libro es un universo distinto. El principal reto para mí es lograr unidad en todo el libro. La parte inicial, sobre todo, es bastante trabajosa. Lograr llegar a ese punto en el que todas las personas involucradas en la creación del libro estén de acuerdo con el trabajo que realizo, es el reto más grande.

Con Algo azul tuve bastante libertad para trabajar en las ilustraciones. Sentí que la historia necesitaba fluidez y transparencia. Así que decidí trabajar con tinta china. Un material al que le tenía hasta ese momento respeto y distancia, pero siento que la historia me pedía eso: transparencia, trazos inexactos y un poco de “error”.

Todo artista suele tener referentes que le sirven de inspiración o que considera paradigmas. ¿Cuáles son los tuyos, si los tienes? ¿Qué admiras de manera especial en ellos?

Hay muchos artistas cuyo trabajo admiro. En primer lugar, Paula Rego y William Kentridge. Son dos dibujantes extraordinarios. Paula Rego hace uso de la narrativa en sus dibujos y grabados. Tiene personajes en situaciones muy sugerentes. William Kentridge es genial con el carboncillo. Me encantan sus videos y cómo conecta pasado con presente en su obra. Por el color admiro mucho a Matisse, Edward Hopper y David Hockney. Hockney tiene composiciones con mucho vacío y soledad en sus pinturas, sobre todo en los interiores veo esa carga emotiva que se hizo latente en la pandemia, cuando estuvimos en casa y nuestra única conexión con el exterior era la ventana.

Sigo el trabajo de muchos artistas ilustradores, pero admiro especialmente el de Kitty Crowther por esos trazos con lápices de color, el uso del claroscuro y porque sus historias son maravillosas también. Finalmente, el trabajo de Isol me encanta porque sus trazos son desenfadados y salvajes al igual que sus historias.

¿Qué te ha llevado convertirte en autora integral de libros como La discusión y El bolso de mamá?

Escribir es otra de mis pasiones. Si bien no he tenido una formación en letras, siempre he escrito poemas e historias cortas. En la Facultad de Arte los cursos teóricos son bastante variados y se valora mucho la escritura también como parte del proceso creativo. Por otro lado, en mi formación en diseño gráfico tuve algunos ejercicios o tareas en las que tenía que crear titulares y conceptualizar campañas publicitarias e incluso comerciales, plantear storyboards y guiones.
Esto se asemeja mucho al modo en el que se plantean inicialmente los libros. Son secuencias visuales, en las que tiene que haber unidad en todo el contenido. Si bien ilustro otras historias, mi principal pasión es crear las mías propias.

La discusión, de Andrea Gago (Lima: Polifonía Editora, 2019).

Vivimos en sociedades muy polarizadas, en constantes enfrentamientos, en las que pareciera que hay poco espacio para el diálogo, el razonamiento y la negociación. Aunque La discusión es un libro para bebés, con personajes animales, al jurado que le concedió el Premio Fundación Cuatrogatos 2022 le pareció una parábola con la posibilidad de conectar con lectores de muy diferentes edades. ¿Qué te motivó a hacer este libro, cómo surgió la idea?

Sí, estamos en un momento bastante difícil, enfrascados en una discusión que no parece tener fin. En este contexto me parece muy halagador y agradezco que mi libro haya tenido esa acogida, con muy amables palabras.

La idea surgió porque las discusiones que leía en redes, o que escuchaba a mi alrededor e incluso las discusiones en las que yo misma me veía involucrada, me hacían pensar en que, cuando esto sucede, parece que habláramos en idiomas distintos. Como si el lenguaje no bastara o no fuera suficiente para darnos a entender. Entonces pensé: “Cada quién entiende lo que quiere entender y ya está”.

Por otro lado, en la bibliografía que revisaba sobre filosofía del arte las ideas parecen sucederse en la historia como una conversación que a ratos entra en conflicto; mi aporte figurado es lo que ocurre al final del libro y que muy probablemente ocurra al final de nuestra historia como humanidad.

¿Cómo fue el proceso de creación de La discusión?

Con la motivación que acabo de comentar, en un primer momento decidí plantear distintos personajes discutiendo en diferentes idiomas, pero sentí que esta idea no era del todo potente. Por eso, después de darle algunas vueltas, decidí usar las onomatopeyas de los animales. De este modo cada lector podría darle su propia interpretación a lo que cada personaje está exponiendo (cosa que no iba a suceder con los distintos idiomas, porque igual tendría que poner palabras reales en la discusión). Finalmente la idea quedó así y luego escogí a los animales con cierto orden de aparición.

Recuerdo que fue un proceso rápido. Conocí a la directora de Polifonía en una exposición colectiva en la que participé, a la semana siguiente nos reunimos y a los diez días le presenté dos borradores en los que estaba trabajando: la discusión y El bolso de mamá. Decidimos comenzar con La discusión y la idea era llegar a la FIL Lima con el libro impreso para su presentación. Así comenzó para mí esta hermosa travesía de hacer libros.

¿Cómo escogiste la técnica de ilustración de La discusión?

En ese tiempo mi trabajo estaba en una etapa de transición hacia el color. Había dejado un poco de lado los dibujos monocromos y pintaba papeles para hacer pruebas de color en distintas composiciones. Con esta técnica había ilustrado el primer libro por encargo ese mismo año, unos meses antes de comenzar a crear La discusión. Entonces me sentí bastante cómoda para plantear el libro con esa misma técnica. Armé los personajes con una mezcla de cartulinas pintadas y otros papeles como kraft y cartón, entre otros. Tenía la intención de conseguir un poco de volumen en los personajes para que tengan mayor impacto visual.

¿Cómo describirías el panorama actual de la ilustración de libros para niños en Perú?

Actualmente, hay muchas personas que se dedican a la ilustración, es un campo bastante joven en nuestro país pero que poco a poco se está fortaleciendo. Hay mucho talento y nuevas editoriales que apuestan por el trabajo de nuevos artistas. Sin embargo, sigo pensando que todavía falta valorar este trabajo y que hay muchos más creadores que proyectos editoriales. Esto hace que nuestro mercado no sea tan grande como el de países vecinos. Estoy convencida de que con los años, esto irá cambiando y cada quien pondrá su granito de arena para que así sea.

Y, por cierto, ¿quién es Andrea Gago?, ¿podrías contarnos algo sobre ella?

Andrea Gago, aparte de ser ilustradora y escritora de libros para niñas y niños, es una persona bastante alegre y divertida. Le gusta disfrutar de la vida, de la naturaleza y viajar con su familia, que es lo que más valora. Es una feliz madre de una niña maravillosa de casi diez años y de una perrita muy traviesa de casi tres. Tiene un esposo, que es pintor y que ha sido siempre su cómplice, consejero y apoyo fundamental en cada cosa que hace.

Andrea es algo tímida, silenciosa y no le gusta exponerse mucho en público, valora su intimidad. También le gusta la música, bailar y cantar a todo pulmón cuando se sabe la letra. Le gusta reír y conversar con sus amigos y amigas más cercanos. Le encanta leer y se considera una compradora compulsiva de libros.

 

Un pensamiento en “Entrevista con la autora e ilustradora peruana Andrea Gago

  1. Felicitaciones Andreita sabes que tienes mucho talento y amas con pasión lo que haces. Te admiro mucho y te deseo más éxitos en tus nuevos proyectos.

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