Escribir teatro

Adela Basch

¿Qué caracteriza para mí­ la escritura de un texto teatral? ¿Hay algo distinto en la escritura del texto de teatro? ¿Cuál es la diferencia sustancial que la marca respecto de la escritura de otro tipo de textos?

Creo que el texto teatral tiene de manera muy exacerbada una autonomí­a parcial, sumamente parcial; es un texto que siempre va a estar incompleto, sin terminar, sin definir del todo, siempre va a ser provisorio.

Bien. Pero podrí­amos decir que todo texto es incompleto, puesto que se completa de manera diferente con la participación del lector. Y también lo que decimos se completa de un modo u otro cuando alguien lo escucha y lo interpreta. Pero en el texto de teatro esto tiene un relieve diferente.

Porque el texto de teatro no se escribe sólo para ser leí­do o para ser dicho. Se escribe para ser actuado, jugado; tanto es así­ que en algunos idiomas la palabra para referirse a una obra de teatro es la misma que para nombrar al juego, por ejemplo, en inglés play.

El texto de teatro requiere de los cuerpos, que tienen un espesor diferente que la palabra y se escribe para ser puesto en escena, espacializado en un ámbito especialmente demarcado con ese fin, se escribe para que sea corporizado, para que se articule con movimientos, con luces, con sombras, con ritmos, con músicas, con colores, con la presencia de objetos. Se escribe para que cobre vida articulándose con otros lenguajes muy distintos del lenguaje verbal.

Podrí­amos decir que un texto de teatro se escribe para convertirse en acto, para ejecutarse, en el doble sentido que puede tener este término.

Ejecutarse es hacerse, concretarse, llevarse a cabo, actuarse, jugarse. Y también ejecutarse tiene el sentido de aniquilarse, de morir a lo que es: un texto hecho de palabras, que es de lo que están hechos los textos.

Creo que el hecho teatral demanda trascender el texto e incluso transgredirlo para que adquiera su plena expresión. Esta es, si se quiere, la paradoja del texto teatral. Para completarse, para estar vivo, tiene que morir a lo que es y transformarse en otra cosa.

Un texto de teatro se puede poner en escena respetándolo al pie de la letra y sin embargo hacerse muy pobremente. Se puede tomar algún texto maravilloso de Shakespeare o de cualquiera que a uno le guste mucho y hacerlo sin cambiar nada y lograr, sin embargo, algo muy poco interesante. En mi experiencia es cuando los textos de teatro no se ponen en escena al pie de la letra ni a la letra del pie, sino al pie del espacio escénico, es decir, cuando se los transgrede, cuando se les agrega algo que no estaba previsto, cuando se omite algo que estaba demasiado previsto, cuando se los transforma, cuando se logra metamorfosear la palabra en acto, que se vuelven más interesantes en el escenario. Cuando un director o directora que está ensayando algún texto que yo escribí­ me dice: “lo estamos haciendo sin cambiar nada, ni una coma, respetando todo”, yo desconfí­o. Desconfí­o mucho de que se llegue a un buen resultado.

Entonces, hay una suerte de paradoja instalada en la escritura del teatro. Y en mi propia escritura yo llevo esa paradoja a un punto muy acentuado, porque cuando me siento a escribir, intento escribir un texto que sea interesante para ser leí­do en sí­ mismo y que admita cierta autonomí­a de lectura. Pero sé que después ese texto tendrá que ser trascendido o transgredido y transformado en otra cosa. A mí­ me interesa escribir un teatro con mucho juego de palabras, pero sé que justamente para sostener eso después será necesario crear algo que de algún modo haga desplazar el eje de la atención desde el juego de palabras a otra clase de juego.

Cuando yo escribo no sé mucho acerca de lo que sucederá en un escenario distinto del que tengo en la mente, que no tiene caracterí­sticas espaciales definitivamente definidas. Respecto de los personajes, no me imagino su cara ni sus gestos ni sus cuerpos ni sus movimientos, solo imagino lo que dicen y a veces cómo lo dicen. Pero el resto no está. Y para que el resto esté, otros tienen que hacer algo que yo no puedo hacer. Y para que lo hagan tienen que apropiarse del texto, desbordarlo, de algún modo aniquilarlo como texto para que cobre vida sobre el escenario.

Hay muchos autores de teatro que son directores o actores o personas ligadas a la escena. Yo soy una autora de escritorio, estoy del otro lado de las bambalinas, y para mí­ siempre es una sorpresa ver cómo un texto cobra vida y cómo un mismo libro se puede poner en escena de maneras muy diferentes.

Texto puesto en línea en marzo de 2017.